Martes, 26 de noviembre de 2024. Hoy no sé cómo va a salir este artículo. De hecho se va a publicar más tarde de lo habitual. Siempre cuento con el elemento sorpresa, sin embargo hoy es una incógnita, un poco más si cabe. Son circunstancias diferentes a las de cada martes. No me encuentro en el sillón habitual. Lo único que no cambia es que son mis dedos los que corren por el teclado. A partir de ahí, todo es una pantalla en blanco, un mar de posibilidades. Porque esa es la doble mirada, el folio en blanco representa el vacío al tiempo que es un sin fin de oportunidades. Veremos dónde me lleva la brújula que tengo en el ordenador. ¿Señala el norte o lo que quiero, al estilo la de Jack Sparrow?
¿Atraemos lo que somos?
¿Conoces la teoría del espejo de Jacques Lacan? Tranquilos, mis conocimientos de psicología son muy limitados. Di una asignatura en mi licenciatura de Humanidades y de lo que he aprendido como autodidacta en la materia. Y de psiquiatría, ni eso. Asi que voy a intentar explicarla con mis palabras. Viene a decir algo así que los demás, los que nos rodean, son un espejo de nosotros mismos. Si algo te molesta de los demás, digamos de los políticos, es porque tienes algo de eso en tu interior que te molesta. Lo que nos atrae de una persona es que tenga características que reconozcamos como nuestras. Me explico. Si tú valoras mucho a las personas que son aventureras, que les gusta viajar, es porque a ti te gusta la aventura, explorar lugares diferentes. Si eres de un equipo de futbol determinado, buscarás gente que sea de ese equipo, que encarne los valores que para ti son esenciales. Y al revés. Si no te gusta ser hipócrita, te repelerán todos los hipócritas, lo sepas o no. Tendemos a juntarnos con personas que tienen las mismas características que nosotros. Lo interesante de todo esto es que a veces ocurre de tal manera que alguno diría que es casualidad. Aunque no lo sea según la teoría del espejo de Lacan. Supongamos que vamos a un curso de escritura. Está la persona que lo facilita y seis personas que se han sentado en la primera fila. Y la persona que lo facilita, dice que hay que trabajar por parejas. Hasta aquí todo bien, nada fuera de lo habitual. Se han ido sentando conforme han llegado. Al comentar el ejercicio, todos se sorprenden porque las tres parejas que se han formado tienen muchas cosas en común que desconocían. Una de ellas ha reconocido la valentía para dar un paso adelante. No se conocían de nada, sin embargo las dos están en un momento de su vida en que hay que quemar los puentes y reinventarse. En otra pareja no tienen ni idea de lo que quieren hacer con sus vidas, pero tienen claro lo que no quieren, están estableciendo límites, con todo lo que eso cuesta, porque cuentan con una experiencia vital que les ha dejado muy claro que no están para complacer a nadie por encima de ellas mismas. Y la tercera pareja, estudiaron lo mismo pero ninguna ejerce, aunque se plantean en dar un giro. Las seis integrantes han estado escribiendo desde su particular perspectiva y sin embargo, los enfoques coinciden. Parecería increíble si no lo hubiera presenciado más de una vez. Algo en tu cerebro, en tu ser, en lo que quieras llamarlo detecta características de otras personas con las que te cruzas y surgen esas primeras impresiones que no llegas a entender. Puede que sea la forma de vestir, la forma de hablar, su complexión física o lo que sea, te acercas más a unas que a otras en una milésima de segundo que es el tiempo empleado en tomar la decisiójn de sentarse en un sitio o en otro.
¿Casualidad? ¿Sincronicidad?
El martes pasado hablé de Tofu. Al día siguiente, la primera publicación que me encontré en Facebook es que lo habían adoptado una familia de Madrid. Nadie había preguntado por él hasta que escribí el artículo. Al día siguiente, su vida cambió. No penséis que me he crecido en el orgullo, pensando que he tenido que ver en ese hecho. No creo que las personas que lo han adoptado sean lectores míos. Pero me resulta llamativa la sincronización del momento. ¿Existe un poder así en la vida? Es como si hubiera algo por detrás de la realidad que vemos, el famoso hilo argumental de las novelas. ¿Habría pasado lo mismo si no hubiera escrito el artículo o si lo hubiera hecho antes? Es una pregunta sin respuesta, ciencia ficción. ¿Puede pasar otra vez? Lo desconozco, aunque de un tiempo a esta parte estoy convencida de que escribir es mi superpoder. Puede que hable de ello en otro post. Pero estoy convencida de que si le contara lo ocurrido con Tofu a otro eminente psiquiatra, Carl Gustav Jung, me hablaría de su escarabajo dorado. ¿Tiene alguna explicación? Él lo llamaría sincronicidad cuántica. Y sí, me da miedo hablar de cuántica porque en la actualidad es un término muy manoseado, como lo fue hace un tiempo el término «holístico». Parece algo muy guay, muy de hierbas, happyflower new age, como muy de conocer la sabiduría más alta y ancestral. Me temo que el uso que le han dado tanto a «holístico» como a «cuántico» las ha corrompido, por no decir algo más tóxico. Pero, como Jung usaba ese término, lo diré también, aun con el escalofrío que recorre mi espalda. ¿Cómo me sentí por lo de Tofu? Me alegré mucho. Le dio un plus de alegría a mi jornada, a pesar de que tenía muchas cosas en las que pensar. Esas pequeñas chispas, detalles que hacen que merezca la alegría seguir en la brecha, y una vez más, fui consciente del poder de las palabras, de ahí que hablara hace unos segundo del superpoder que es escribir. Depende de la metáfora de vida con la que te identifiques, pondrás tu foco más en unas cosas o en otras, y atraerás a unas personas o a otras. Si te pasas la vida quejándote, pensando que la vida es lucha y sufrimiento, te costará mucho más ver lo bueno, que también lo hay. Sin embargo, si piensas que la vida es un camino, el famoso camino del héroe por hacer un pensamiento a otro ilustre, en este caso influenciado por Jung, Joseph Campbell con su héroe de las mil caras, al cambiar el foco de atención, cambia la perspectiva y todo cambia. Puede que sea duro soltar el abrazo del edredón para ir a la oficina, sin embargo hay un punto que cambia. Y eso no es de happy flower, sino de cambiar tu visión natural, aunque lleves puestas las mismas gafas de siempre. Quizá es eso a lo que se refieren cuando hablan de mente abierta, de dar la oportunidad de ver las cosas de otra manera. Si siempre llegas al mismo sitio, quizá ha llegado el momento de hacer el camino de forma diferente, de cambiar las cosas. Es una apuesta, puede salir bien o puede salir mal. Una vez más, es tu decisión. Si sientes que todo en tu vida va mal, mira en tu interior. Quizá has aceptado muchas cosas con las que no te sientes bien, por agradar a otros te has perdido a ti, lo que consideras importante no es coherente con lo que estás viviendo. Si siempre buscas las respuestas, los responsables, fuera de ti, quizá ha llegado el momento de que revises tu vida interior. Y si no te gusta lo que ves, te atrevas a cambiarlo. Para ello primero tienes que verlo. Tu exterior, como buen espejo, te da pistas.
Hoy no me extiendo más, que más que desayunar con mis textos, puede que os toque merendar o cenar. Ya sabes, si te resuena y te atreves, te leo. Que pases una fantástica semana.
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