Martes, 25 de febrero de 2025. Tenía preparado un artículo de los de «guadañeitor». Los que me seguís sabéis que de vez en cuando saco la guadaña y me pongo a soltar verdades políticamente muy incorrectas. De hecho, os diré que se titulaba «mala venta» con lo que os podéis imaginar que mi tono no era precisamente de happy flower. Más bien al contrario. Y es que estoy cansada de que me lleguen mails por doquier con productos que no me interesan, incoherentes y que me hacen perder el tiempo. ¿Por qué digo incoherentes? Porque si lo que quieres es vender «emociones», una experiencia, cuida un poco el lenguaje que empleas porque si me llamas «cliente» activas mi cerebro, no el corazón y no vas a conseguir tu objetivo. Por no hablar que utilizar términos como «quinta dimensión», «física cuántica», «holístico», «transformación», no te hace parecer más atractivo sobre todo si los empleas sin conocimiento de su significado real, no el que tú quieres darle. En fin, ya os imagináis por dónde iba a ir. Sin embargo, he decidido darle otro enfoque. Sí, porque estamos tan metidos en el modo queja, yo la primera, que a veces se nos olvida que podemos elegir nuestra actitud frente a las cosas. Un ejemplo: las redes sociales. Antes de que aparecieran, si algo no te gustaba, lo comentabas con tu círculo cercano y en paz. Ahora, si no te gusta algo, sea lo que sea, hay personas que tienen que dejar su huella sí o sí. Me explico: Un artesano publica un trabajo, pues siempre aparece el «desanimador» que escribe y se pone a sacar faltas. A ver, si no te gusta un bolso, no le des a me gusta y ya está. Sigue y deja a los demás con su trabajo, que solo ellos saben lo que les ha costado lanzarse, realizar ese bolso y atreverse a poner la imagen. Entiendo que si eres cliente y la experiencia no ha sido buena, la comentes, pero sin ser nada, criticar por el mero hecho de criticar, pues siento decirte que eso dice más de tu vida que del producto. Y eso, sin pensar que eres la competencia de ese fabricante de bolsos y estás echando mierda para que te compren a ti. Eso ya es para nota, muy deficiente.
Menos quejas, más libertad
El caso es que cuanto más te quejas, más dependiente eres. Sí, porque estás reaccionando a algo que hacen los demás, que no parte de tí. Si te quejas del gobierno, por poner un ejemplo, reaccionas a lo que hacen. Y claro que puedes quejarte, estás en tu derecho si crees que no hacen lo que deberían por el bien común, si te afectan sus decisiones políticas. Eres receptor de sus mensajes emitidos. Pero no te quedes solo en la queja. Pregúntate:
- ¿Por qué me afecta tanto? A veces nos enfadamos hasta llegamos a sentir rabia o ira por un tema político, o una decisión deportiva que es ajena a nosotros, hasta el punto que puede afectarnos, puede hacer daño a nuestro cuerpo.
- ¿Qué es lo que yo puedo hacer? Porque si la queja no lleva a la acción, es como tomarte un vaso de cianuro, te mata por dentro.
Te aseguro que a nivel político, poco se puede hacer. Pero sí puedes cambiar tu actitud, eso no significa que te pongas en modo «hierbas» sino que te comportes como quieres que sea. Ya hay bastante frustración fuera. Si quieres protestar, ok. Hazlo de forma que crezcas como persona, que te nutra a ti y te ayude a llegar donde quieres. Aunque para ello, vayas por un camino mucho menos transitado. Te pongo un ejemplo: Te haces 100 ó 200 kms por un sitio al que tienes muchas ganas de ir. Y cuando llegas, aunque en su web pone que está abierto, en realidad está cerrado. Te vas a la oficina de turismo y son más secos que la mojama, por no decir que parece que les molesta atenderte. Puedes quedarte en la queja, has perdido el tiempo y los recursos en ir a un sitio que no ha respondido a tus expectativas, o bien, puedes buscar otras cosas por hacer, ser flexible en los planes. Claro que si quieres puedes poner una reseña en google o en la web que corresponda contando tu experiencia, pero no te quedes solo ahí. Porque si lo haces, la queja te robará libertad, la mayor de todas, que es la libertad de decidir cómo te sientes. Y eso es importante saber que solo depende de ti. Aunque las provoquen los demás, la última palabra, la decisión es tuya. Si te quedas en el malestar, te frustrarás y te hundirás en la negatividad. Si te planteas qué es lo que puedo hacer, no te resignas, aceptas la situación y cambias la perspectiva para beneficiarte. Y es algo que puedes hacer en lo pequeño y en lo grande, en lo micro y en lo macro. Por eso, a menudo se dice que lo mejor de un viaje es la compañía, con quién lo haces. Que un sitio está cerrado, pues aprovechas para hacer otra cosa. Lo importante no es el cómo ni el dónde, lo fundamental es con quién.
Si quieres mejorar tu vida, ocúpate de ella, no te quejes.
La única persona que va a pasar el resto de su vida contigo, con quien vas a estar un 24/7 es contigo mismo. ¿Eso no contradice lo que acabo de decir del con quién? En absoluto. Si tú estás bien contigo mismo, en tu soledad, estarás bien con los demás. No te afectarán sus quejas, sus críticas, no te influirá el ambiente general porque estarás centrado en lo que quieres, hacia dónde te diriges. Claro que no te quitará ni un ápice de lo difícil que puede ser la vida, de los golpes, de las situaciones complicadas. El tema es que tu compañía más fiel no son tus amigos, ni tu pareja, eres tú mismo. Y tú puede que no te acompañes cuando vas a un lugar, porque te has quedado anclado en una situación, en una dificultad. Nadie va a arreglar tu vida por tí, eso es lo que esperan los niños, no los adultos. La situación no puede mejorar sin tí. De ahí que insista tanto en tus decisiones, en la actitud con la que las afrontas y las vives. Si te quejas, es tiempo que pierdes. Piénsalo. Si una persona te hace daño, o te trata mal, tú la aguantas un tiempo concreto, ella tiene que estar consigo misma toda su vida. Estar en su piel ya es suficiente condena, aunque se crea la persona más guay y el mejor por adelantarte en la fila o lo que sea. ¿Te has tomado alguna vez un día solo contigo? ¿Has hecho silencio en tu interior? Los que meditan saben que cuando intentas hacer silencio, es cuando más ruido hay. Prueba, intenta mantener el silencio, no se puede. Vivimos inmersos en un mundo de ruidos. Hasta en mitad de la nada escucharás algo, un sonido que te distrae, que te aparta, hasta tu propio corazón. Vivimos sin tiempo, siempre a la carrera de las cosas pendientes por hacer, y cuando llegas al silencio, a ese supuesto silencio, aguantas un minuto o menos. ¿Entonces? Ríndete, no pelees. Desquiciarte no va a conseguir lo que quieres. Lo importante no es el cero absoluto en sonidos, sino que no te aferres. Ya, ya sé que cuando quieres dormir tener a alguien que está pegando gritos o golpes con un martillo no es lo mejor. Sin embargo, tu paz, tu calma, tu libertad, es más valiosa que estallar. Puedes hacer silencio en mitad de la puerta del sol en plena Nochevieja, si no te aferras, si no te dejas invadir por lo de fuera. Aunque no tengo muy claro para qué quieres hacer silencio en ese lugar en ese momento, pero eso ya es otra historia. Las emociones no son buenas ni malas, todas te dicen algo de tu momento. Lo importante es no aferrarte a ellas. Piensa que es como un partido de fútbol. Lo que ocurre en el campo, se queda en el campo. Cuando termina, no sigues dándole vueltas. En la vida no hay botón de marcha atrás, no se puede rebobinar. Es mejor que observes la experiencia, sea la que sea, aproveches los aprendizajes y continúes. Hace poco leí que la felicidad tiene que ver con las relaciones, no tanto con las posesiones materiales. Y la relación más importante que tienes en tu vida es contigo mismo. Eso no es que seas asocial, introvertido o algo así. Se trata de mirarte sin cargar con una mochila de juicios y prejuicios externos e internos, de sentirte bien en tu piel. Ahí comienza la verdadera libertad. Agradece la compañía de los demás, sin embargo no dependas de ellos. La relación que te dará más felicidad es la que tengas contigo y hasta que no experimentes esa libertad de no depender, no te darás cuenta del regalo que es. Si estás con gente, disfrutarás, y si estás solo, también. Verás tu luz y tu sombra… y estará bien. Esa es la verdad que libera. Te darás cuenta que en esa soledad hay compañía, cambiará tu percepción y podrás decidir desde otro lugar. Hasta cuando decidas quejarte, será desde uno lugar diferente al de la víctima indefensa. Lo harás porque quieres hacerlo y cuando acabes, lo dejarás ir, pasarás a otra cosa. No cargarás con el pasado, aunque tengas alguna cicatriz, y no tendrás miedo con el futuro, no sufrirás por cosas que aun no han pasado. Esa es la verdadera libertad, estar en el presente, contigo mismo.
Hoy te deseo que seas muy libre. Si te atreves y te resuena, te leo. Que pases una fantástica semana.
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