Martes, 24 de diciembre de 2024. Quien más, quien menos, hoy está de preparativos. Algunos con la cena, otros de viaje para celebrar la Nochebuena con la familia. Así que, si te lo preguntas, sí, este post es “en diferido” a medias, es decir, lo he estado escribiendo a ratos porque hoy hay mucho que hacer y poco tiempo para escribir. De hecho estoy dando los últimos retoques en el silencio de un hogar dormido. Me acompaña el paso del reloj y el murmullo lejano de un coche circulando por la calle. Todos duermen. Se agradece ese silencio. Sé que hay gente a quien le agobia, yo lo disfruto cada día más. No hay ruido ni reclamos de atención. Se puede observar el presente sin ninguna prisa, sin interferencias.
El título lo dice todo. ¿Eres consciente que llevas esa mochila? ¿Que a qué me refiero? Te pongo un ejemplo: Quieres prepararte un café, una infusión. Algo sencillo. Vas a la cocina y ves que la lucecita del lavavajillas ya no parpadea. Se ha acabado. Abres la puerta para vaciarlo y ves que no tienes abrillantador, asi que vas a la despensa. Llevas el móvil encima, por supuesto, y en el camino recibes un par de notificaciones de mails y mensajes de voz. En uno de ellos te preguntan si tienes un libro, con lo que vas al despacho a mirar y ves que las plantas necesitan riego, con lo que vas al baño a llenar la regadera. Cuando la tienes en la mano, te das cuenta de que habías ido a la cocina a hacerte un café y llevas 20 minutos deambulando por la casa sin llegar a terminar ninguna tarea, porque cuando vas a hacerlo, surge otra cosa que la deja para luego. Tareas encadenadas que llevan a un luego constante. Porque la realidad manda y solicita tu atención multitarea. Una extraña mezcla entre lo que retrasas con los «luego lo haré» y las tareas a medio hacer porque ha surgido otra cosa que hace que retrases la finalización. Y sí, entiendo la idea de aprovechar el tiempo. ¿Quién no ha rellenado alguna vez la botella del agua mientras esperaba a que el café se hiciera? ¿O guardado los cubiertos? ¿Quién no ha ido al baño o a la cocina durante los anuncios de la televisión? Es una forma de aprovechar las pausas, aunque me temo que en un mundo hiperconectado lo hemos llevado al extremo. Nuestra mente no se detiene, cada vez más ocupados al tiempo que más distraídos para no dejar caer ninguna pelota en el malabarismo.
¿Conduces? En caso afirmativo ¿dejas de cambiar de marcha para poner la radio o un podcast? Si eres de los de cambio automático, ¿dejas de frenar por cambiar la radio? Seguramente, no. Más si el coche de delante frena. ¿Por qué? Primero por la atención a la conducción y segundo por el orden de prioridades. Es algo que se percibe con total claridad y si no es así, revísalo y avisa por donde conduces, para no cruzarme contigo. Lo último es broma. Algo que vemos en la conducción, se nos olvida fuera del coche. Ya, ya sé que hacerse un café no es importante. Sin embargo, es algo que querías hacer. Y lo has dejado para después para entrar en un bucle de cosas a medio hacer. Y ya no te digo nada si aprovechas el tiempo de espera a que se caliente el agua para entrar en internet o echar un vistazo a las redes sociales. Ahí se te puede ir la mañana. Porque tenemos que estar ocupados con algo y nos distraemos con el vuelo de una mosca, o el sonido del whatsApp. Entendemos la vida como una sucesión de cosas por hacer, saltamos de una a otra, sin que haya espacios vacíos. Y está bien, si empezamos una tarea y la acabamos. Pero el acabar las cosas es lo que cuesta más. “Luego lo haré” y esos luego corren el riesgo de convertirse en nunca, de cargar un poco más de peso la mochila de cosas pendientes.
Mi teléfono tiene el modo no molestar. Si está activado, no recibo notificaciones ni llamadas entrantes de personas que no estén en mi lista de favoritos. Es algo muy útil cuando estoy desarrollando una idea y no quiero distracciones. Me ayuda a centrarme en el presente. De hecho, antes de tenerlo, ya silenciaba las notificaciones, o lo apagaba directamente. Es algo que hago los domingos. ¿Por qué? Porque los lunes, me dice el tiempo de uso medio de la semana anterior. Y si pasa de las tres horas al día, va mal. Nos hemos creado la necesidad de estar conectados. Vivimos tan conectados, que el día que falla el router, o hay un apagón nos sentimos mal porque nos estamos perdiendo algo, tenemos esa sensación. Pues siento decirte que cuanto más conectado estás, mas te pierdes del presente. Los domingos, mi lista de “contactos favoritos” está en casa. ¿De verdad crees que es más importante para mi mirar el WhatsApp que estar hablando con mi hijo? Lo que para ti es super urgente, es muy posible que para mi carezca de importancia en esos momentos. Ya es hora de acostumbrar y acostumbrarse a que, aunque sea mensajería instantánea, no tenemos por qué responder ipso facto. La gente tiene su propia vida. Te puedo asegurar que la mayoría de los mensajes pueden responderse el lunes en una pausa de las actividades cotidianas. Las personas lo escriben en el momento que mejor les viene a ellos, y eso no tiene por qué coincidir con el mejor momento para mi. Me contaron hace tiempo la anécdota, me gusta pensar que es verdad, de que Hermann Hesse dejó de escribir novelas, porque contestaba las cartas que recibía. Con tanta carta, no tenía tiempo de crear nuevas historias. Nos hemos perdido grandes novelas, por cartas particulares. Y lo repito, marcar tus limites y establecer prioridades no es egoísmo, sino sentido común. Porque quizá, por ese instante, estoy llenando la mochila de los luego de acciones que son importantes en esencia para mi. Si llegué a eso en otras etapas de mi vida, en la actualidad ya no lo permito, sin más explicaciones.
Es hora de ir terminando. Solo añadir Feliz Navidad, Feliz Nochebuena y que disfrutes lo mejor que puedas y quieras estos días. Si te resuena y te atreves, te leo. Que pases una fantástica semana.
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