La biblioteca de las manos sueltas

La biblioteca de las manos sueltas

Martes, 4 de marzo de 2025. Uno de los proyectos en los que me he enfrascado últimamente es el de catalogar todos los libros que tenemos en casa. Llevo una semana y no llevo ni una décima parte de nuestra biblioteca. Calculo que habrá más de 4000 títulos. No es que me aburra en mi día a día, pero es interesante saber los libros que tenemos porque somos asiduos visitantes de la feria del libro y en casa hay una norma, no hay restricción de compra de libros. Lo que implica que tengamos títulos de las más variadas materias y no están precisamente de adorno. Empecé en modo muy «artesanal», con una hoja de Numbers (el excel de los Mac), y cuatro o cinco campos que podían interesarme. Se convirtió en un trabajo de chinos. Había mucho que decidir. ¿Pongo las editoriales? Algunas son de un grupo con lo que no me quedaba claro si poner una sola o el sello editorial y el grupo al que pertenece. Parece una nimiedad, sin embargo, en la feria a veces las editoriales comparten caseta. ¿Le hacía una foto a la portada? ¿Los autores ordenados por nombre o por apellido? ¿El ISBN10 o el ISBN13? Hace mucho que estudié en biblioteconomía cómo hacer tesauros, no recuerdo si fue en la carrera o en uno de eso cursos que me interesaban en su momento quién sabe por qué. El caso es que la tarea se convirtió en ingente para una biblioteca particular. Sin embargo, no quise desmotivarme. Tenemos libros en las habitaciones principales, con lo que además, un campo importante era la ubicación. Y en diferentes formatos, tapa blanda, tapa dura, libro digital, audiolibro… Repito, no me aburro en mi vida diaria. Quizá salió mi lado metódico o simplemente me he cansado de no saber qué libros tenemos y exponerme a duplicar las compras. En un rato de descanso, se lo comenté a mi marido y él, práctico como siempre, me dijo que buscara un programa, que seguro que había apps sobre eso. Y es cierto que las hay, me descargué la versión de pago de la que más me convenció, tras investigar varias. De pago único, y con la cantidad que tengo, normal que lo hiciera, porque la gratuita era solo para cinco ejemplares. Así que llevo una semana en que mi uso del móvil se ha disparado, no en redes sociales o en juegos, sino en OTRAS, más que un móvil parece una pistola lectora de código de barras. Los escanea y en la app aparecen muchos datos, puedo editarlos y poner la ubicación y otras cosas que pueden interesarme. Llevo ya 5 repisas como las llama el programa, completas. Me faltan más de 15 estanterías. Espero haber terminado para la próxima feria. Y, sí, una de las categorías es el precio de cada libro para poner en la sección de estadísticas lo que llevamos gastado. A día de hoy, creo que prefiero no saberlo.

¿A qué viene ese título tan evocador?

La semana pasada fue el cumpleaños de mi hijo. 18. Ya es mayor de edad. Parecía que el universo se había puesto de acuerdo para poner en su día eventos a los que habríamos asistido. La prioridad estaba clara. Era su día, todo lo demás era secundario. Estuve más sensible de lo habitual. Reconozco que mi mente me lanzó innumerables momentos de estos 18 años juntos. Los buenos y los malos, todos ellos forman parte de su historia y de nuestro viaje juntos. Y fui consciente de que ha llegado el momento de soltar su mano, ya puede conducir, ya puede votar, ya puede tomarse una cerveza… con su edad, su padre se marchó de su casa para no volver. Parece que un día puede no marcar la diferencia, pero lo hace. ¿Tanto ha madurado en un día? Seguramente, no. Lo que ha cambiado es más mi percepción que la suya. Es el momento de soltar su mano, reconocer que puede hacer las cosas sin el cuidado, sin la seguridad o la garantía de sus papis. Hará cosas bien y en otras se equivocará. Ley de vida. Tendrá aciertos y cometerá errores que le harán aprender las lecciones vitales. Por supuesto que estaremos aquí para él si requiere de un abrazo o de un impulso. Pero comienza una etapa distinta de su proceso, de su viaje. Ya no es un niño, el peque. Va a tomar decisiones que puede que no sean de nuestro agrado. Podemos aconsejarle cuando nos lo solicite. Pero, el protagonista de sus decisiones y el responsable de su vida, es él. Cambia nuestra forma de tratarle, el amor materno y paterno evoluciona. Y somos conscientes de ello. Habrá una parte en la que siempre será mi pequeño, aunque me de capones con la barbilla, pero ya es adulto y es lo correcto tratarlo así. En caso de no hacerlo, le podríamos infantilizar, hacer dependiente, o no verle cómo es. La historia está llena de padres que no hicieron ese cambio, que seguían tratando por apodos de niños a hombres de barba. Y eso crea a la larga dificultades en decisiones, crea dependencias poco saludables, dificulta los límites sanos para una autoestima saludable. Puede que nos equivoquemos en nuestro proceder como padres, sin embargo, lo estamos haciendo lo mejor que sabemos. Le hemos dado las herramientas que hemos creído mejores para poder recorrer su camino de la mejor manera posible. Él decidirá lo que hace con ellas. En breve tendremos un universitario en casa. Su mundo se ha abierto a una serie de posibilidades y oportunidades que como menor de edad no podía tener. Sí, es hora de soltar su mano.

¿Y que tiene que ver una biblioteca con una mayoría de edad?

Ayer, 3 de marzo, fue el día mundial de los escritores. Los libros son compañeros de viaje, maestros silenciosos que nos toman de su mano mientras leemos sus páginas y nos muestran cosas que desconocíamos, que no nos habíamos planteado. Cuando han terminado su función, darnos un conocimiento, nos sueltan la mano para que prosigamos, a veces para tomar el lomo de otro y zambullirnos en otra historia, en otro mensaje. Sus autores nos ofrecen algo que creyeron importante para compartirlo. Así, las bibliotecas se transforman en un montón de manos sueltas. Podemos cogerla cuando creemos que lo requerimos, un apoyo, un impulso, una sacudida. Sus palabras pueden abrazar nuestra alma, darle un de calor, de amistad, de ánimo en un momento bajo de nuestra existencia. Y como los buenos maestros, llegan a nuestra vida cuando estamos preparados y nos dejan cuando lo estamos realmente. Sus páginas no nos juzgan, aunque nos sintamos interpelados por lo escrito en ellas. En los libros físicos, que no tienen que ser de Física, su olor nos transporta a otros tiempos. Son palabras de personas que llegamos a catalogar como amigos, maestros, sentimos que con la lectura de su obra, forman parte de nuestra vida, les podemos conocer, aunque no crucemos ni tres palabras con ellos en persona. Estaría genial hacerlo, no siempre es posible. Al menos con los clásicos no. En otros casos, sí. Puede que cuenten con una firma del autor, más o menos personal. Por eso son manos sueltas. Es nuestra decisión cogerlas o no, agarrar con fuerza o soltarlas para que nos esperen en la estantería, acumulando más o menos polvo. Son una conversación congelada en el tiempo, disponible para retomarla, o volver a vivirla. Ordenar esa biblioteca, ubicarla, es un modo de ordenar las oportunidades, de saber dónde acudir cuando las circunstancias lo requieren. Es un campamento seguro al que regresar. Sé que para algunas personas un libro es solo un producto, algo que consumir, un hobbie para los momentos en que no hay nada que hacer. No es mi caso, son compañeros de camino, de tinta, sus palabras son tatuajes en papel, señales en un mapa del merodeador, aunque no siempre se hagan travesuras en este gran juego que es la vida. Nos dan la posibilidad de elegir nuestra propia aventura. Al leerlos, diría que al tomarlos en las manos, nosotros decidimos lo que hacemos con lo que nos transmiten. No es algo que controlen quien los escribió. Podemos estar de acuerdo con sus ideas o no. ¿Nunca has tenido las ganas de devolvérselos a los autores? A mi sí, tengo un ejemplar que quizá termine comentándolo con sus autores, decirles que sería bonito, pero la historia personal de Einstein deja muy claro que no era precisamente amoroso, ejem, si dejó establecido un contrato para su mujer al casarse que así lo demuestra, asi que nada de contarme fantasías con la ecuación del amor. Suena muy bonito, como un cuento, pero es muy poco realista. Cosas de tener a un físico de carrera en casa. Quien sabe, a lo mejor si la vida nos vuelve a juntar tras una mesa y un café o un té, la conversación derive por esos derroteros. Y no, aunque me apetezca devolvérselo, no voy a cargar con ese libro en la mochila hasta que se produzca el encuentro. Ya cargo en la mochila con otras cosas como para añadir un peso innecesario. Por ahora se queda en la cuarta estantería, repisa 3.

Es hora de volver a las labores cotidianas, estas semanas el tiempo que uso el móvil se ha disparado, pasa de las 5 horas, lo bueno es que sé el motivo de ese crecimiento. Toca volver a tomar mi particular «pistola de escaneo» y seguir poniendo las manos sueltas, disponibles para cogerlas cuando lo crea oportuno, propuestas, sin imposiciones, esta vez ordenadas en sus lugares, por ahora hasta que haga de nuevo orden y decida que tiene más sentido reordenar por temática, hasta que llegue uno nuevo y lo trastoque todo. Si te resuena y te atreves, te leo en comentarios, que pases una fantástica semana, llueva o haga sol donde te encuentres. Toda circunstancia climatológica tiene su brillo, en su justa medida.

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