God bless America

God bless America

Martes, 21 de enero de 2025. Quien me conoce sabe mi predilección por Estados Unidos y Canadá. Hay países que me atraen mucho y otros que no me atraen nada. Es muy posible que sea por la cultura que imperaba en mi juventud. Si me perdiera, sería más fácil encontrarme en Alaska, Hawai, Alberta o la British Columbia antes que en la India, el Tíbet o Bali. No es que tenga nada contra los últimos, es que prefiero los otros. Es solo cuestión de gustos, de los míos en este caso. También es cierto que las noticias de Estados Unidos nos llegan antes. Quizá por la influencia económica de la superpotencia que en cierta medida sigue siendo. Son los últimos resquicios de la Guerra fría, cuando el mundo se dividía entre el bando estadounidense y el bando soviético. Capitalismo vs Comunismo. Libertad de mercado o dictadura del proletariado, allá por la segunda mitad del siglo XX.

La ruta 66 o el sendero de los apalaches

Estas últimas semanas, Estados Unidos ha sido protagonista en las noticias internacionales, por los incendios de la costa del Pacífico, por la investidura de su presidente y por todo lo que el cambio de gobierno conlleva para el resto del planeta. Este no es un blog de noticias, por eso permitidme que me centre en otras cosas. Hay recorridos que son iniciáticos, peregrinaciones vitales. Por iniciático me refiero a que puede haber un antes y un después de realizarlo, no hablo de nada mágico, aunque realizar estas peregrinaciones por creencias espirituales suele ser lo habitual. Es algo así como llevar a la práctica el camino del héroe de Joseph Campbell. Algo que hay que hacer antes de morirse. En España diría que la ruta emblemática es el Camino de Santiago. En Japón el Shikoku Henro. Para los musulmanes, su peregrinación obligatoria sería el Hajj, el viaje a La Meca. Y podría añadir otros de otros lugares del mundo como la ruta de los tres lugares santos (en India y Nepal), el camino inca de Machu Picchu en Perú o el camino de San Olav en Noruega. Sin embargo quiero centrarme en dos rutas muy de película, y muy diferentes: la ruta 66 y el sendero de los apalaches. La diferencia principal entre las dos opciones para recorrer Estados Unidos es que en la primera, lo icónico es hacerlo en moto o en coche, mientras que la segunda es un recorrido de 3500 kms a pie. Si tuviera que quedarme con uno, puede que me decantara por la ruta 66. Creo que va más con el espíritu americano, aunque conducir 3940 kms tiene lo suyo. Pero sería una forma interesante de disfrutar unas vacaciones de 15 días. El sendero de los apalaches se calcula que se puede tardar entre 4 y 7 meses recorrerlo completo. No hay vacaciones laborales que lo permitan. Y desde luego la preparación física es muy diferente. Entonces… ¿Qué tiene de iniciático, de aprendizaje vital, de transformación la ruta 66? Porque vas sentado en un coche, en una moto, en una autocaravana, normalmente con familia o amigos, tirando de visa para la gasolina (dudo que pueda hacerse con un coche eléctrico)? Cualquier viaje puede serlo. Porque por muy planificado que esté, hay imprevistos que te pueden trastocar los planes. Cualquier recorrido puede marcar un antes y un después en tu vida, hasta los trayectos cotidianos, si así tú lo decides. Lo que marca la diferencia es la actitud. A lo mejor no puedes hacer el itinerario que te gustaría, pero puedes planteártelo donde te encuentras. Recuerdo que muchos durante el confinamiento de 2020 siguieron haciendo deporte, sumando pasos. A lo mejor a base de recorrer el pasillo o de caminatas de interior, sin moverte del sitio. Imagina por un momento que los gobernantes mundiales (esperemos que no) prohibieran durante un año el turismo. En el caso de aceptarlo (algo que dudo mucho que se hiciera sin altercados), no implicaría que te quedaras con las ganas. Me explico. Cuando pasó lo del Covid, yo estaba preparando un viaje a San Petersburgo. Me encantaría visitar el Hermitage. Cuando pasó el confinamiento, viajar al extranjero era complicado y con la guerra de Ucrania, ir a Rusia más todavía. Puedo lamentarme, pensar que jamás lo voy a hacer o bien, seguir preparando el viaje para cuando las circunstancias lo permitan. Puede que no pise sus calles, pero puedo visualizar cómo sería hacerlo, el recorrido para cada día. Aunque físicamente no he estado allí, para mi mente sí lo he hecho. Alguno dirá que es una forma de consolarse, sin embargo se trata de disfrutar ese momento, aunque sea de forma mental. En el caso de la ruta 66 puede ser más sencillo porque hay cientos de horas en películas y en youtube sobre esa experiencia. Hay miles de palabras sobre ello. Tanto es así, que creo que es la principal función de la literatura, a viajar con la mente a lugares que nunca pisarán nuestros pies, imaginar situaciones que de otro modo no viviríamos. Eso son los libros, hasta el punto que la ficción puede llevar a la realidad. Lo que parte de la mente de un escritor, como por ejemplo Hogwarts o la Tierra media, se termina haciendo real a través de los escenarios de las películas o los parques temáticos de atracciones. La realidad y la imaginación se retroalimentan. Los lugares se ven con otros ojos. Por ejemplo, quien ha visto la serie de HBO «30 monedas» seguro que camina por las calles de Pedraza de forma diferente a quien no la conoce. El ser humano tiene una capacidad de visualizar ilimitada. Podemos ponernos en lo mejor y en lo peor. Tenemos la capacidad de imaginar la experiencia de tal manera que podríamos crear ese recuerdo, de modificar nuestra realidad. La verdadera magia está en nuestro interior.

¿Y eso que tiene que ver con «God Bless America»?

Dios bendiga América. Una frase muy peliculera, que está muy dentro del vivir y el sentir de los estadounidenses. Y son competitivos como el que más. Usan su capacidad de visualizar lo que quieren para sus vidas de forma «positiva». Porque bendecir proviene de «bien decir», hablar bien, conceder lo bueno que deseas. Cuando bendices, buscas los beneficios, que los planes salgan bien. Me pregunto qué pasaría si en España actuáramos así. Si deseáramos lo mejor para el país, sin rencillas ni intereses partidistas. Porque eso es lo curioso de los americanos, tanto demócratas como republicanos pueden decir «God Bless America», está por encima de intereses partidistas, como la declaración de derechos o la bandera. Sí, eso es algo implanteable en España, donde cada uno prima sus propios intereses antes que los de todos, a nivel de debate político y a nivel de calle también, llevamos la competición muy dentro pero para mal. Más que bendecir, aquí se reacciona pensando mal, acusando, envidiando. Algo que lleva a luchar más que a trabajar en común. ¿Llegaremos algún día a decir «Dios bendiga a España»? Me da igual en qué o quién pienses cuando digas Dios, tus creencias religiosas o la espiritualidad que vivas. Porque en todas ellas hay cosas comunes y desear el bien es una de ellas. Lo habitual es que reacciones de otra manera. Si sentimos que se está siendo injusto con nuestro pueblo, proclamamos el boicot a los productos del pueblo de al lado. ¿Te parece exagerado? Seguro que conoces algún caso. O porque tienes una experiencia negativa con un madrileño, gallego, andaluz o extremeño, generalizas y piensas mal de todos los madrileños, gallegos, andaluces o extremeños. O te dejas llevar por la envidia hasta querer «vengarte» o dejar de visitar un lugar por eso. No, me temo que como país nuestra idiosincracia se hacer más a hablar mal de los otros. Lo que genera división y empobrecimiento. Interesa más la frustración, el enfrentamiento, que ir hacia la pedagogía de la «Y». Eso no quita ni un ápice de espíritu crítico. Lo que hace es revisar la mirada, pensar en lo bueno que nos aporta, en vez de ir a lo que nos aparta. ¿Llegaremos a bendecir? Depende de nosotros. Es nuestra decisión. Proyectamos fuera lo que llevamos dentro. Lo que te cabrea del otro es lo que no quieres reconocer de ti. Tú decides lo que quieres hacer con eso. Quizá se trata más de trabajar tu interior hasta el punto de no depender de los espejos externos, de salir de la constante comparación que te sitúa en vencedor o vencido. Potenciar lo que eres para dejar de ser «anti». Porque debe ser muy cansado estar constantemente pendiente de lo que hace tu contrario. Me explico con un ejemplo deportivo. Puedes ser aficionado del Estudiantes Femenino (quien me conoce ya sabe que soy más de baloncesto que de futbol) o bien ser del Valencia Basket y Anti Estu. Cuando eres de tu equipo, te centras en lo tuyo, te alegras de las victorias y te entristecen las derrotas. Ahora bien, cuando eres Anti, estás centrado en el otro equipo, te alegran tus victorias y las derrotas de los otros, eso cansa más, y te quita «el poder» porque ya no dependes de lo que hace tu equipo para ser feliz, sino también de lo que hace el otro. De ahí que gastes más energía. Y si ya no depende todo de tí, estás vendido. He puesto un ejemplo «ilusiorio», dudo que las del Valencia Basket estén pendientes de lo que hacen las del Estu. Pero… y si cambiamos esos equipos por Real Madrid y Barcelona? Por usar la rivalidad más clásica ¿Te acuerdas en la victoria de tu equipo de lo que hace tu eterno rival? Eso implica que estás mirando lo que hace el otro en vez de centrarte en lo tuyo. Te hace estar en un discurso victimista, en un toma y daca constante, en una comparación destructiva. Porque, son las dos caras de la misma moneda. No puede haber vencedores si no hay vencidos. Ambos se necesitan. Sin los rusos, los americanos no serían los mismos. La mayoría de los logros, de los avances tecnológicos se han conseguido por la carrera competitiva, el afán de superación para alcanzar la meta antes que el otro. Eso es el deporte. Y termino con un ejemplo de dibujos animados. En la serie » los autos locos«, si Pierre Nodoyuna se dedicara a correr sin intentar fastidiar a los demás, es posible que ganara más carreras. Si se dedicara a lo suyo, obtendría mejores resultados. ¿Por qué pierde siempre? Porque está centrado en hacer que pierdan los demás, no en ganar él. En que no hagan los demás, cuando debería centrarse en lo que hace él.

Por eso creo que sería interesante centrarse en uno mismo, en buscar más la bendición que la queja. Cambia mucho estar con una persona que habla bien a estar con otra persona que está en la queja o en la crítica constante. ¿Tú eres de los que bendicen o de los «anti…»? Depende de lo que decidas, de tu actitud. Descubre dónde has puesto la responsabilidad y la vida cambiará. Si te resuena y te atreves, te leo. Que pases una fantástica semana.

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