Galactus

Galactus

Martes, 25 de marzo de 2025. Fue por 2007 cuando conocí a Galactus, en la película de Los Cuatro Fantásticos y Silver Surfer. Siempre me han gustado los cómics, pero los cuatro fantásticos no eran de mis favoritos. Me gusta más Superlópez, con su mítico El señor de los chupetes. Un cómic que recomiendo sin lugar a dudas y que merece las risas que provoca. Pero, en esa película que, si no has visto, es relativamente buena para una sesión de domingo a las tres de la tarde, en el sofá, después de una buena comida y con la tranquilidad que estar debajo de una manta calentita con un buen te o un café. Vamos, que es una peli para echarse una siesta y no pedirle que te haga pensar. Allí aparece el personaje de Galactus, el destructor de mundos. Una especie de nube, desde luego no tiene forma humanoide, que se va comiendo planetas. Como es un poco, digamos, lento, antes de llegar a uno manda a un heraldo, Silver Surfer, para que compruebe que el mundo en sí es apetitoso y tiene energia, porque eso de llegar a un sitio y que sea una roca muerta en el espacio pues no tendría mucha gracia. Ya que hace el esfuerzo de desplazarse, por lo menos que valga la pena. No voy a decir más de la película, por no hacer spolier, aunque sea del 2007. La trama es previsible, ¿no? Es Galactus, el destructor de mundos, si viene a la Tierra es con una intención muy clara. Más cuando están los Cuatro Fantásticos.

¿El destructor de mundos?

¿A qué viene lo que estoy contando? Bueno, si por algo me he definido en mi trayectoria es por poner buenos títulos. Creo que es una de mis habilidades. Puede ser por formación periodística, me sale sin pensar mucho. Galactus es como llamé a nuestra destructora de documentos. Como metáfora, es buena. Hace añicos los papeles, hasta las tarjetas de crédito. Y cuando una se dedica a escribir historias, a plasmar en papel universos imaginados, la destructora de documentos, destruye mundos. Estos días, con la catalogación de los libros, ya que estaba, he estado haciendo órden. No tengo muy claro si ha sobresalido mi perfil metódico, el meditativo o simplemente el ratón de biblioteca que llevo dentro. Parece, y se que hay más de una teoría sobre ello, que el orden externo favorece el orden interno de la cabeza, por muy creativa que sea. Recuerdo, por ejemplo, la visita a la fundación de Camilo José Cela en Iria Flavia, donde en una de sus salas, había montado algo parecido a lo que utilizaba el gran escritor para crear sus novelas. Una mesa rodeada por tres paneles completamente negros. Así evitaba distracciones cuando se sumergía en la creación de una novela. Puede que algún día lo pruebe, por ahora me conformo con liberar de objetos mi escritorio. Por quitar se han ido a una de las estanterías los cristales y minerales que suelo tener al lado del teclado. Y la pila de papeles y libretas han dado de comer a Galactus. Una cosa es guardar ideas para futuras novelas, y otra muy distinta es guardar apuntes de una academia de escritura a la que ya no asisto. Lo que debía aprender, tras casi una década, ya lo aprendí y lo que no, no era para mí. Por no hablar de la cantidad de libros y guías de escritura que tengo en una de mis estanterías. El mundo de esa academia ha sido devorado por Galactus. Igual que los apuntes de escuelas de desarrollo personal. Tengo los pdf en el ordenador, hasta en un disco duro ¿para qué quiero las hojas escritas a mano? Tomamos apuntes para retener en el tiempo, por costumbre de nuestra época estudiantil cuando tarde o temprano nos íbamos a examinar de esas materias. Ahora, ya no hacen falta. Son el recuerdo de un ayer que pasó. Gracias a Galactus ahora tengo más espacio, la mesa y sus cajones están más limpios y se abre la oportunidad para que otras ideas, otros mundos, la llenen. Tuvieron su momento, agradecí lo que me aportaron y lo dejo ir para que se convierta en otra cosa, confeti de papel para reciclar. Ya no lo usaba, que tenga otra utilidad.

Guarda el orden y el orden te guardará

Hace unos días tuve una conversación con una mujer sabia, una de mis grandes referencias, una maestra de las de verdad, de las que enseña a aprender y a la que espero en breve poder darle un abrazo en persona. Estuvimos hablando y me abrió la perspectiva, me recordó la mirada de escritora en lo que estaba haciendo, en las pequeñas cosas más allá de estar escribiendo y que confiara en el proceso que estoy viviendo. Fue una llamada de atención, como un impulso. Ella tiene la virtud de darlos. Ahora veo las posibilidades de otro modo. Me explico. Galactus, el personaje no mi máquina, destruía mundos por pura supervivencia, no era un acto creador al mismo tiempo. En el caso de mi máquina, es una herramienta, da la oportunidad al confeti de ser papel reciclado y a mi la oportunidad de ser consciente del acto de soltar, dejar ir, para poder acoger, recibir o visualizar nuevas ideas. Limpia lo que ya no vale, lo que ocupa espacio, ordena ideas y eso permite ver los hilos entrelazados de otras historias. Desde que hablé con esta gran maestra, he aumentado mis palabras escritas a lo largo del día. Ordenar el escritorio implica establecer un orden que arropa a las nuevas ideas, los nuevos caminos por los que recorro el mundo que aparece ante mi. Se abren posibilidades a lo que no está escrito, porque hay sitio y tiempo para investigar lo que me llama la atención. Eso no quita que ya no siga catalogando libros y los otros quehaceres diarios, cuando me organizo, siempre tengo tiempo para lo importante. Claro, para hacer orden hay que pararse, sí o sí. En el trabajo de la oficina, diría que en todas las empresas, hay un momento de pararse y planificar, ordenar lo importante, por mucho que la urgencia nos apresure. Y es algo muy valioso y productivo. En origen, muchas de las reuniones eran para eso. Me temo que en la actualidad, las reuniones facilitan entrar en bucle y han perdido mucha de su productividad original. Pararse a revisar tu espacio de trabajo, cambiar lo que no te gusta, destruir para crear, aunque sea un crear que llevará al final a destruir. El ciclo vital de este planeta. Solo es visible si te paras y le dedicas tiempo a lo que parece que no sirve para nada.

Ayer acabé con mi despacho. Sí, me falta un mueble que está lleno de cachibaches, pero no es importante. Siempre hay que tener un espacio de cajón desastre. Aun no está terminado del todo por eso y porque requerimos pensar en una forma para arreglar el antiguo sofá de mi abuela que es mi rincón personal. Ahora ya puedo retomar mi actividad de escribir con más tranquilidad y claridad. Ahora toca ponerme con las estanterías del salón, así espero llegar a la próxima feria del libro con el catálogo y la lista de deseos.

Si te atreves y te resuena, te leo en comentarios, que pases una fantástica semana.

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