Martes, 12 de noviembre de 2024. Para muchas personas estos días en los que vivimos no son normales. Me explico: Tras la Dana de hace unos días, para todos los afectados la normalidad que conocían ya no existe. Su nueva normalidad es limpiar barro y seguir adelante como pueden. Y van a estar así me temo que semanas. Hasta cuando otro fenómeno marque la actualidad de las noticias, cuando los valencianos dejen de salir en televisión, como les ha ocurrido a otros lugares tras una catástrofe. La vida es así, no se para por mucho que a algunos se les haya detenido. Cuando se muere una persona querida, durante un tiempo estás como aletargado, ves la realidad, la normalidad de la gente y no la llegas a comprender, porque tu realidad ha cambiado. Por mucho que te digan palabras, es como si no las oyeras, estás «secuestrado» por la emoción de la pérdida, del dolor. No tienes ganas de fiesta. Requieres un tiempo; pero la vida no se detiene. Tu vida, sí. La vida, no.
Estos días estoy viendo vídeos de personas que dicen que no tienen ganas de subir contenido por lo que ha pasado. Que se han desplazado allí y ante la devastación que han visto, no saben qué hacer. Ya no os digo nada de los propios afectados. Gestionar todas esas emociones es complejo, más cuando no se enseña a hacerlo. Podemos pasarnos muchos años de nuestra vida tragándonos conocimientos en la escuela, en el instituto y la educación emocional es inexistente. Me llama la atención que en los planes escolares se valora más los datos que la gestión de las emociones. Siempre recordaré exámenes donde lo importante era el año de publicación de un libro, o cuándo se casó el autor de turno. ¿Daba literatura o el HOLA del siglo XVI? No me quedó claro. Sin embargo, te apañas solo con lo que implican los exámenes (sean del tipo que sean, escolares o presentaciones de trabajo) para tu estado anímico y nervioso. ¿Una prueba? Si te pregunto cómo te sientes en este momento, cómo te encuentras, ¿qué me responderías? Son muchos los que dirían, «bien», «mal» «voy tirando». Es muy raro que alguien te diga alguna de las emociones de la rueda:
Y no se trata tanto de tener vocabulario, como de poder reconocer lo que sentimos. A veces nos limitamos a decir «bien» o «mal» porque no tenemos claro si quien nos pregunta lo hace por formalidad o porque de verdad le interesa. Te preguntan porque es lo que toca, no porque de verdad te estén escuchando o sea algo que quieren saber. ¿Es un juicio? Es más una observación de una conversación habitual. Sí, por supuesto que hay gente que de verdad quiere saber cómo te encuentras ante una pérdida, una catástrofe o ante una situación determinada. Sin embargo, cuestiona su intención si te preguntan mirando la pantalla del móvil, o hacia otro sitio que no sea tu cara. Porque lo que digas, no le interesa lo más mínimo.
La rueda es una de las dinámicas habituales en coaching personal. Y es curioso porque diría que hasta los colores que la forman quieren decir algo. Es una de las cosas que más investigué para documentarme en una de mis novelas, la psicología del color. No sentimos lo mismo cuando vemos un color verde o un color negro. Eso en nuestra cultura, porque puede provocar cosas diferentes en otra. Pero el tema del color lo trataré en otro post. Hoy quiero centrarme en las emociones. Si no las puedes leer, agranda la imagen, porque no sé si me lees en ordenador, en tablet o en móvil. ¿Las reconoces todas? ¿Alguna te chirría? ¿Te las permites todas? ¿Crees que son buenas o malas? Porque esa es otra. Hay emociones más aceptadas en la sociedad que otras. Así lleva desde hace siglos. Pienso por ejemplo en historias como la de Siddharta en la que un príncipe es custodiado dentro del palacio para que no pueda experimentar lo doloroso, triste, «malo» de la vida. ¿Cuántas veces queremos evitar ese dolor? Nos encantaría que la vida fuera maravillosa, de color de rosa, sin complicaciones, de película feliz. Sin muerte. ¿Cuántas veces es así, de verdad? Diría que 0. Nos guste o no, tarde o temprano hay dolor, hay sufrimiento, hay muerte. Por eso es importante ver que las emociones no son ni buenas ni malas, ni son tú. Me explico: La tristeza no es ni buena ni mala, solo es una emoción que te está diciendo algo, que el cuerpo la expresa y la siente. Tú no eres triste, salvo que te quedes aferrado a ella. Es decir, una de las funciones de las emociones es que te adaptes a las circunstancias que estás viviendo. Aparecen, las interpretas y sigues. No te quedas en ellas, porque si lo haces, ahí es donde surgen las complicaciones. El miedo por ejemplo, nos mantiene alerta. Cuando sientes alegría, te hace actuar. Si tienes una buena noticia, eso te lleva a hacer cosas. Si sientes tristeza, te llevará a reflexionar y a aceptar (que no es lo mismo que resignarse). Por eso es importante establecer qué sientes para poder actuar. Si solo dices «me siento bien», «me siento mal», poco más vas a hacer. Ya no te digo nada si tu respuesta es «ir tirando». Porque eso más que vivir, es dejarse vivir. Si quieres ser adulto de verdad, es importante que reconozcas tus emociones y aprendas a gestionarlas, lo que no significa que las reprimas. Gestionarlas implica que no te dejes dominar, arrastrar por ellas. Porque eso conlleva que tú no decides. Solo reaccionas. Tienes un mal día por lo que sea y terminas soltando el enfado con quien menos tiene la culpa. Puede que te sientas bien una vez que lo has soltado, sin embargo, puede que a la otra persona le hayas hecho un daño que no querías, o que te des cuenta de que te has pasado. ¿Por qué? Porque no sabes gestionar las emociones y terminan llevando las riendas. Es como si un actor terminara diluyéndose en su personaje, en su máscara, en su avatar.
He visto a muchos coach, terapeutas y psicólogos (profesiones distintas, que quede claro) que ante una tragedia como la Dana, han abierto sus consultas de forma gratuita a los afectados. Saben del poder de la comunicación y de la escucha activa. Cada uno en su materia puede beneficiar y mucho a los que acudan para entender lo que están viviendo desde otra perspectiva. Porque no pasa nada por pedir ayuda cuando vemos que no entendemos lo que pasa o no podemos gestionar las emociones. Aunque parezca un tabú, la salud mental es igual de importante que la salud física. Si nos rompemos una pierna, ¿intentamos curarla por nosotros mismos o vamos a un médico? Respuesta obvia. Entonces ¿por qué creemos que se puede hacer así cuando nuestra mente, nuestras emociones, se bloquean, nos inundan o se rompen? ¿Quién nos ha engañado diciendo que esas circunstancias se curan en casa? ¿Quien nos ha mentido diciendo que ser fuerte es poder solos con todo, tragárselo y que nadie lo sepa? Y sobre todo ¿por qué les hemos creído? El fuerte no es el que puede con todo, sino quien sabe pedir lo que requiere en el momento en que lo requiere. Si se te rompe una herramienta, buscas otra y no pasa nada. Porque las emociones que no se viven, que se reprimen, se quedan estancadas, como si fueran agua dentro de una olla a presión. Si el vapor no se libera, tarde o temprano estallará, quebrará la olla y será peor. Si un acontecimiento detiene tu vida, reflexiona, y si no sabes cómo seguir, que la vergüenza no te detenga. Los libros están muy bien, sin embargo a veces se requiere de una persona que sepa acompañar para que salgas reforzado de esa situación. Una vez que hayas aprendido a gestionar las emociones, a comprender su mensaje sin juzgarlas, tu vida será de otra manera.
Ya sabes, si te resuena y te atreves, te leo en comentarios. Que pases una fantástica semana.
Deja una respuesta