Casualidades

Casualidades

Martes, 11 de marzo de 2025. Hace unos días, por estar haciendo orden en la biblioteca, me encontré con un libro y quise verificar, en el ordenador no en el móvil, un dato por Google. No recordaba la fecha de la campaña de los Africakorps y tenía dos opciones, revisar los libros uno a uno o bien hacer una búsqueda rápida. Hice tres. Buscando cosas sobre los alemanes, los británicos y la resistencia francesa. Encontré el dato que buscaba y seguí a lo mío. No estaba haciendo una investigación, ni documentándome para nada. Solo quería comprobar un dato por curiosidad. Pues, casualmente, al rato recibí una llamada que mi teléfono identificó que procedía de Alemania. Que yo recuerde, no conozco a nadie que viva allí y tenga mi número personal. No contesté porque no hablo alemán. Pero me resultó una casualidad de lo más interesante fuera a propósito del emisor o de alguien que se equivocó de número. No ha vuelto a llamar.

No creo en las casualidades, sí en las causalidades

Me llama la atención que, si fue una llamada intencionada, tuvieran acceso a mi teléfono personal. Para mi es claro que, el gran negocio de internet, son los datos. Y el que crea que no es así, y que se puede navegar sin pagar un precio, bueno, que busque casita en los mundos de Yupi. Cuando vemos un vídeo de Youtube, un reel o una historia por facebook o Instagram, no pagamos por el contenido, pero dejamos huella a través de las cookies. Todo tiene un precio. No es casual que si navegas buscando capibaras, termines recibiendo anuncios de capibaras o productos relacionados con ellos. No es una conspiración ni nada por el estilo, aunque a algunos les guste pensar eso, se trata más bien de respuestas de datos que se interpretan. Basta con leer las políticas de datos más allá de darle a aceptar. La información que dejamos en internet es muy valiosa para quien quiere hacer negocio. Y no es solo el número de la tarjeta, que es lo que pensamos la mayoría cuando vemos una noticia sobre un hackeo a una gran empresa. Los datos también son hábitos de compra, números de teléfono o ubicación geográfica. Y sí, para alguien que conoce un poco la red, obtener datos es más sencillo de lo que nos gustaría. Entonces, la llamada desde Alemania no fue una casualidad, pero sí tuvo causalidad. Para un juego de palabras, pero no es lo mismo Casual, que causal. Casual es algo que sucede por casualidad, algo fortuito. Causal es algo que actúa como causa, un ejemplo: «estudié más y aprobé». La causa del aprobado en este caso sería el aumento del estudio. Causal es por lo que ocurre algo. Por eso no creo en las casualidades pero sí en las causalidades. Todo tiene un motivo, una causa. A veces lo puedo controlar porque me pertenece la responsabilidad de tomar una decisión y otras veces es algo externo a mi ante lo cual decido mi actitud para afrontarlo. Si creyera en las casualidades, la capacidad de decisión estaría fuera de mi, en un ente abstracto, y como dijo Einstein «Dios no juega a los dados«. Por probabilidad, si lanzas un montón de letras al aire, puede que algunas se junten y formen una palabra, pero dudo que te vaya a salir un libro.

Nuestra mirada interpreta la realidad

Hay tres escarabajos famosos en la historia. Me refiero al animalito, no al coche. El de Carl Gustav Jung, que tiene que ver con su teoría de la sincronicidad. El de la caja de Ludwig Wittgenstein utilizado para plantear su teoría sobre el lenguaje privado y el del cuento de Edgar Allan Poe. Los tres son muy diferentes en origen, pero tienen una similitud. La interpretación de la realidad depende de quien la mira. Es decir, si te encuentras con un escarabajo dorado, para ti puede que no sea nada, y sin embargo para otra persona puede evocar un recuerdo o ser una señal para algo concreto, un símbolo. En el de la caja de Wittgenstein, el escarabajo solo lo podía ver el que poseía la caja, por lo que los demás no tenían ningun dato objetivo. Dependía de su dueño y los demás tenían que creerse sus palabras. Ayer, por ejemplo, tiene una cefalea. El primer síntoma es la visión borrosa o bien que aparezca una especie de figura en la visión, ya tengas los ojos abiertos o cerrados. No, no son fosfenos. Intenté explicarle lo que ocurría a mi marido, son momentos en los que me quedo sin poder fijar la vista en nada y no me salían las palabras. Quien lo ha vivido sabe a lo que me refiero, quien no lo ha tenido, no se puede hacer una idea. Para mi es algo muy real, figuras geométricas, o parecidas, con colores muy brillantes, parpadeando y moviéndose en toda mi visión, Sé que no está fuera, es una construcción de mi vista, pero lo veo, mi cerebro lo interpreta, es la representación de una serie de procesos internos, la forma de interpretar el dolor. Antes era peor, llevaba aparejado un dolor tremendo en la cabeza y unos días de hipersensibilidad a la luz y al sonido (fotofobia y fonofobia). Si hubiera estado en una sala con más personas, mi realidad sería muy distinta a las suyas. Lo que veía no era casual, sé que tiene una causa, aunque nadie más la perciba. Y uno de los efectos que tiene tener esas «visiones» es que aumenta mi campo de perspectivas. Si alguien me cuenta una experiencia, lo observo desde la posibilidad real de saber que lo que cuenta es algo muy real para él, aunque no lo sea para mi. No le compro el discurso, pero me puedo poner en su piel sin quitarle un ápice de valor. Porque no hay nada que siente peor que ir a contarle lo que sea a una persona y que diga «no es para tanto» o te cuento algo que, para él, es mucho peor. Si quieres hacer daño a la autoestima de un niño, no valores algo que te cuente. Como madre es algo a lo que presto mucha atención porque sé lo que puede influirle en su desarrollo como persona. Aunque como adulto puede que no sea importante, para él sí lo es. Desde su mirada es algo real y que le afecta, ya sea una canasta de tres puntos o un problema del que no encuentra solución. Lo que le diga puede marcar la diferencia entre que su memoria, cuando recuerde lo ocurrido, le haga sonreír, o le duela. Sí, la memoria duele (para la mente el tiempo solo es presente, no diferencia el pasado ni el futuro). No es sobre proteger sino mostrar valor. Todo escarabajo de oro esconde un mensaje que hay que descifrar, por si te preguntabas por el escarabajo de Allan Poe al que no me he referido.

No puedo fijar mucho más la vista en la pantalla. La cefalea, migraña, dolor de cabeza que tuve ayer me lo impide. Hoy el artículo es más breve por ello. Asi que, si te resuena y te atreves, te leo en comentarios. Y si has encontrado alguna vez un escarabajo dorado, no dudes en hacérmelo saber. Que pases una fantástica semana.

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