Cartas

Cartas

Martes, 1 de Octubre de 2024. Hace unos días estuve disfrutando de la exposición Cartas de Colón: América en la Casa de Alba y, reconozco que no recuerdo cuál fue la última carta que escribí a mano y a quién se la mandé. En la actualidad es habitual escribir un email o un whatsapp, vivimos en la cultura de la inmediatez. ¿Quién se toma el tiempo de escribir una carta a mano, meter el o los folios en un sobre, ponerle un sello y meterlo en un buzón? No recuerdo la última vez que recibí una. Sí, en Navidad se mandan las tarjetas de Navidad o Christmas. En su mayoría se compran ya impresos o se preparan en el ordenador y terminan siendo una felicitación en PDF de un email. ¿Eso lo podrán estudiar en los siglos venideros los arqueólogos o los antropólogos? No creo. ¿Quién guarda todos sus emails? Nuestra comunicación actual es mucho más funcional, casi de usar y tirar, del momento presente. Y tiene sus ventajas, por supuesto. Recibes la información en el momento en que se está produciendo, no una semana después. Pero hay algo de humanidad que se está perdiendo.

Escribir a mano conecta con nuestras emociones

Es algo que dice a menudo la gran maestra de maestros escritores Silvia Adela Kohan en sus talleres de escritura, ya sean presenciales u online. Lo sé porque he tenido el privilegio de asistir a más de uno. No es el mismo proceso el que se hace con las teclas de un ordenador que el que implica hacer correr la tinta a través de una pluma o un bolígrafo. En el teclado está la mente racional. Tiene sus ventajas, por supuesto. Igual que es diferente leer en pantalla o en papel. Nuestra memoria retiene menos. Escribimos y pasamos a otra cosa. No sentimos. Es perfecto cuando se trata de textos informativos, trabajos que ni fu ni fa. Sin embargo, si queremos transmitir emociones, hay que hacerlo a mano. Eso no quiere decir que las novelas se tengan que hacer a boli, aunque no conozco a ningún escritor que no haga un primer acercamiento a la idea que quiere desarrollar en un folio, un cuaderno o un diario. Esa es otra. He visto varias apps que son de escribir un diario. Debo que decir que no es lo mismo, para nada. Para tomar apuntes está muy bien. Para expresar algo más, nada como un cuaderno y un boli. Escribir a mano lleva tiempo, no se puede hacer con prisas. No es una actividad que te permita hacer otras cosas a la vez. A veces hay que perseguir a las ideas que corren por la mente mucho más deprisa que la mano por el papel. Otras veces hay que empujarlas a que salgan. Momentos que se agradecen porque al cabo de un tiempo escribiendo, la mano duele. Además es una experiencia total, externa e interna. No te desconectas de lo que escuchas. Cuando lo haces a mano, estás tan metida en lo que sientes que no percibes lo de fuera como algo intrusivo, no es importante. Y si lo haces en la naturaleza, rodeada del bosque o del agua, se convierte en una de las terapias más efectivas que conozco. Baja el estrés, la ansiedad, y te permite ver las cosas desde otro lugar, observarlas con una emoción diferente. En todos los momentos difíciles de mi vida, experiencias que me dejan sin respiración, tarde o temprano he recurrido a la escritura manual, a esos cuadernos que solo leeré yo para soltar lo que me ahogaba y poder comprender lo que ocurría. Conectas con las emociones pero no tienes por qué obedecerlas, dejarte arrastrar por ellas. Las vives, las sientes, sin cargarlas. Es difícil de explicar si no lo has experimentado. Da un poco de miedo atreverse a hacerlo por primera vez, sin embargo una vez que lo haces, no puedes dejarlo. Emocionas y te emocionas. Te sientes diferente.

La letra cambia con la emoción que experimentas

Es un fenómeno curioso pero no escribimos igual cuando estamos contentos a cuando estamos tristes. Nuestra letra cambia dependiendo del estado de ánimo. No he estudiado grafología, solo es algo que observo en mi propia escritura. Eso es algo que en el teclado no se puede percibir. Se lee mejor con los ojos, pero perdemos información con el corazón. Quizá eso era algo que transmitían las cartas que las generaciones futuras perderán por muchos emoticonos que usen. Nuestra escritura manual dice mucho de nosotros. Cuando la emoción es intensa, se aprieta más, no se llega a perforar el papel, pero al darle la vuelta hay mucho más relieve. Y eso se transmite. Cuando lees, leías, una carta manuscrita, la experiencia sensorial también se vivía así, formaba parte de la comunicación no verbal que tantos mal entendidos evitaba. En la actualidad, leemos un artículo o un mensaje de texto y a veces lo que quiso decir el emisor no es lo que nos llega al recibirlo. A todos nos ha pasado alguna vez que escribes algo y la otra persona lo entiende como si estuvieras enfadada o dolida, cuando puede que no sea así.

Regálate una carta de vez en cuando

Nuestros buzones están llenos de cartas del banco y de facturas. ¿Por qué no escribir a tu yo del futuro? Es una práctica que se utiliza a menudo en talleres, no solo de escritura, sino también de mindfulness o de crecimiento personal. Habla contigo misma a través de tu propia escritura. Da igual lo que piensen los demás. A veces estamos tan pendientes de los criterios externos que nos olvidamos de los propios que son igual de válidos, o más. Si no quieres patearte las calles buscando un estanco o un buzón, puedes hacerlo en un cuaderno especial para ello. Escribe algo que quieras dejarte como consejo para más adelante. Cuando tengas un mal día o estés desanimado. Es como un mensaje en una botella lanzado al mar de tu tiempo. También vale para cambiar recuerdos dolorosos o terminar conversaciones que se dejaron para otro momento y nunca sucedieron. Cuando escribes a mano dejas que las emociones fluyan, se desatasquen y las palabras pueden llegar más allá del más allá, no tienen límites físicos, el viento las transporta, o la lluvia, o el mar. También puedes empezar en papel y después escanearlas o pasarlas al teclado. Más de un libro se ha hecho así, publicado o no. Si no encuentras la solución a un problema, escríbelo, o ponlo en boca de un personaje y piensa cómo lo resolvería o lo habría resuelto. Cada vez que escribes entras en un lugar fuera del tiempo, lo puedes mandar al pasado o al futuro. Y si eso lo añades a a una rutina antes de dormir, los sueños cambian. Aunque eso puede que sea tema para otro artículo. Quien sabe.

Gracias a que Colón escribía cartas, hoy tenemos una fuente de historia a través de ellas. ¿Qué estamos dejando para las generaciones futuras? ¿O para tu yo del futuro? ¿Qué dirían los historiadores de nuestra sociedad si en 200 años leyeran nuestros escritos? Da que pensar no solo como argumento de un programa o de una película.

Si te resuena y te atreves, te leo. Que pases una fantástica semana.

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