Martes, 5 de Noviembre de 2024. Reconozco que no sé cómo empezar. Lo que tengo claro es que no soy quién para buscar culpables de lo ocurrido por el fenómeno meteorológico DANA de estos últimos días en parte de la costa mediterránea. Lo más fuerte ha ocurrido en la Comunidad Valenciana, pero también ha causado estragos en la comunidad de Castilla La Mancha (sobre todo en Albacete), en la comunidad de Andalucía (he visto imágenes de Almería) y de ayer mismo en la comunidad de Cataluña. Y, si te lo preguntas, sí, es totalmente intencionada repetir la palabra comunidad. Porque si hay algo positivo a resaltar del desastre ocurrido es la comunidad de personas de otros lugares que se han puesto manos a la obra para ayudar, que han empatizado con los que han sufrido los efectos devastadores, que han perdido a familiares y amigos y se han ofrecido a acompañar, a limpiar, a transportar comida. Y no solo de esas comunidades autónomas. Del pueblo en el que me encuentro han partido policías locales y se han recogido cerca de 30.000 kilos (41 palés) de productos de primera necesidad y medicinas, entregados por los vecinos. No es el único pueblo que lo ha hecho en la comunidad de Madrid. No, no voy a buscar culpables, no es el momento de pedir explicaciones a los responsables. Es el momento del espíritu humano, de la buena gente, de la empatía entre individuos, de trabajar en común (de ahí repetir comunidad), de ser capaces de mirar a los ojos y al corazón de los que están sufriendo sin la frustración o la crispación de las ideas políticas que tanto daño están haciendo en los últimos tiempos. Una vez que se pueda volver a la normalidad, ya se investigará lo que se tenga que investigar, nadie lo puede olvidar. Ahora es tiempo de limpiar el barro, atender y colaborar con los afectados y prevenir problemas sanitarios como infecciones por las aguas estancadas. De cuidar a los vecinos y también a los que han ido a ayudar con toda su buena voluntad. Cada uno con su granito de arena, con su aportación. 1+1+1+1+1+1+1+1+1+1+1+1+1+1+1+1+1… se llega a más.
Como es afuera es adentro
Las circunstancias externas pueden servir como espejo para las circunstancias internas de cada persona. ¿Cuántas veces en nuestra vida hemos vivido un temporal que se lo ha llevado todo por delante? Una circunstancia adversa que trastoca todos los planes y nos tira al suelo. Tienes toda tu vida montada, pensando que lo controlas, que está equilibrada y segura… y en un chasquido todo cambia. Una ruptura de pareja, un despido, o una enfermedad de las que no tiene cura y todos tus cimientos sienten el terremoto, la riada se lo lleva todo por delante. ¿Estás preparado para gestionar esa crisis personal? En muchos casos, no. Te quitan la tierra bajo los pies. Tu proyección de futuro se esfuma ante tus ojos sin que puedas hacer nada. ¿Y qué haces? Lo más seguro es que tengas dos opciones: te quedas quieto pensando en lo que pudo ser y no fue, o te mueves y te pones a trabajar con lo que tienes. Una es la opción de la víctima, la otra es la del guerrero. Es lícito echarse a llorar, estar triste por lo ocurrido y vivir el shock. Lo que no es recomendable es quedarse en ese estado, bloqueado. Porque hay cosas que puedes controlar. A lo mejor no las circunstancias que te rodean, pero sí la actitud con las que las encaras. Si rompes con tu pareja puede que no controles su desamor, pero sí que puedes decidir tu actitud a la hora de pasar ese duelo por la pérdida. Que te despidan puede ser un momento muy duro, de confusión e incertidumbre, sin embargo puede ser una oportunidad para que evalúes tu vida, veas si es lo que querías o no, y te decidas a cambiar de rumbo, reinventarte. Cuando pasa el temporal es momento del reenfoque. En el momento, no se puede tomar más decisión que aguantar y buscar el medio para sobrevivir. Después, cuando las aguas se calmen y se vuelvan transparentes, podrás reflexionar y variar el rumbo si lo crees necesario. Si tienes cáncer, ¿te preocupa que se te cierre la puerta del ascensor en las narices y tengas que esperar a otro? Es muy posible que relativices muchas cosas en la vida. Claro que es una experiencia mala, pero eso no significa que te quedes anclado a esa negatividad, a esa amargura. He escuchado decir a personas que están en cuidados paliativos con enfermos terminales que lo que más repiten es que se arrepienten de las cosas que no han hecho, de los viajes que no han realizado, de perseguir sus sueños por las opiniones de otros. La enfermedad, el saber que su historia se acerca al punto y final, les ofrece un punto de vista diferente. Aprenden a vivir siendo conscientes que van a morir, que no pueden dejar algo para «después». Todos sabemos que vamos a morir, no siempre vivimos en esa consciencia. Eso sí que es vivir en el presente.
Aprendizaje vital
Hay mucho héroe anónimo, muchas buenas acciones que no se ven y que no salen en los medios. De hecho, podemos ser héroes desconocidos para otra persona sin que lo sepamos. Sí, conozco las dinámicas para salirse del triángulo dramático de Karpman. En una de ellas se especifica que hay que tener mucho cuidado con el rol de salvador. Ante una situación hay personas que se lanzan a ayudar y no siempre es bueno. Me explico. Puedes tener el impulso de facilitar a una mariposa salir del capullo, sería una forma de ayudar. Pero eso no le haría bien, porque requiere del esfuerzo de sus alas para romperlo y así ser capaz de volar. ¿Eso quiere decir que si no te piden ayuda, no hay que darla? No. Ante situaciones catastróficas como las ocurridas por la DANA no se requiere que te la soliciten. ¿Si ves a alguien que se está ahogando no actuarías? Por supuesto que tienes que saber si tienes los conocimientos y la capacidad de tirarte al mar a rescatarlo y salir con vida. Tampoco se trata de ser un imprudente y provocar algo peor. Por mucho que quiera ayudar, si estoy en un accidente de carretera y veo a alguien con una herida en la cabeza, lo último que se me ocurre es hacerle una trepanación. No soy médico, no tengo ni idea de cómo hacerla, mis conocimientos de primeros auxilios son básicos. Para eso están los servicios de emergencia. Puedo hacer otras cosas que están acordes a mis habilidades. En otras circunstancias, sí que puedes esperar a que te pidan ayuda. Por ejemplo, en el proceso de aprendizaje de un estudiante, ¿le resolverías los problemas matemáticos si él no te pide ayuda? Seguro que no, porque su proceso requiere de ese esfuerzo a la hora de adquirir los conocimientos. Si se lo das todo hecho ¿qué va a aprender? ¿Cómo se va a valer cuando no esté acompañado? No tendría sentido. Puedes acompañarlo, pero no puedes sustituirlo o ser el último responsable de su aprendizaje. El protagonista de su proceso es él, no tú. A veces cuesta ver ese equilibrio, sin embargo es necesario para salirse del triángulo dramático, de los juegos psicológicos. Alguno puede catalogarlo de egoísmo, el permanecer a la espera. En ciertos casos, es la mejor opción. Hasta negarse a ayudar. Si un alcohólico te pidiera que le compraras una botella ¿lo harías? Casi seguro que no. Y sería lo correcto.
Una vez más, la diferencia es lo que decides. Si me lo permites, con traducción libre y cierta memoria de mis clases de latín, creo que más allá del homo sapiens (que sabe) o del homo ludens (que juega) somos homo decidens (que decide). Decidimos como capeamos el temporal, lo interno y lo externo. En el mejor de los casos nos haremos responsables de esa decisión. Podemos equivocarnos o no, por supuesto, porque no somos infalibles. Sin embargo, tomar decisiones ya es un paso importante para ser de verdad adultos.
Si te resuena y te atreves, así lo decides, te leo en comentarios. Que pases una fantástica semana.
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