La ventana de Johari: El mapa de nuestra libertad

Martes, 23 de diciembre de 2025. Para quien sabe observar, el día está lleno de oportunidades. Sí, empiezo un poco filosófica, seguro que alguna celebridad dijo esa frase antes que yo. Ya sabéis que no soy de aforismos, así que si alguien sabe el primer autor, que lo diga 😉

¿Por qué comienzo así? Hace unos días estuve en un curso online sobre Inteligencia Artificial aplicada. Dos horas pegada al ordenador, con el Pages abierto (para los que no usáis Mac, el Pages es algo parecido a vuestro Word). Esperaba que fuera, por decirlo finamente, un tostón. La modernidad y la administración pública parece que no se llevan del todo bien, según mi experiencia cuando hay que hacer algún trámite burocrático.

Pero esta vez, me equivoqué. La funcionaria hizo muy interesante el curso. Y nombró de pasada algo que llamó mi atención, porque no lo había escuchado antes y eso que de crecimiento personal he hecho bastantes cursos. Nombró la Ventana de Johari. Así que investigué y es de lo que voy a hablar en el artículo de hoy.

Seguro que te ha pasado: estás en una cena familiar, de las que se repiten en estas fechas, y tu cuñado u otro familiar, sin querer queriendo, suelta un comentario sobre ti que te deja descolocado. Algo como: «Es que tú siempre te pones a la defensiva cuando te llevan la contraria». Tu primera reacción es pensar que esa persona no tiene ni idea (también vale si te sale «no tiene ni p… idea», que es lo más normal) de lo que dice. Pero luego, de camino a casa, te queda esa espinita clavada: ¿Y si es verdad? ¿Y si todos lo ven menos yo?

Esa sensación de tener un «granito» en la nariz (como en la obra de Uno, ninguno y cien mil de Luigi Pirandello) que tú no ves, pero el resto del mundo sí, es lo que explica la Ventana de Johari. El nombre suena a dibujo japonés o a un artículo que encontrarías en Ikea, lo sé. Creada por Joseph Luft y Harry Ingham (sus nombres combinados dan origen al término «Johari»), esta herramienta es un cuadrante que divide nuestra personalidad en cuatro áreas basadas en dos ejes: lo que yo sé de mí y lo que los demás saben de mí:

  1. Tu zona pública: Primer cuadrante: (+ +) Tú lo sabes y los demás también. Tienes el pelo rizado, te gusta el café solo y eres puntual.
  2. Tu zona ciega: Segundo cuadrante: (- +) Tú te niegas a verlo y los demás lo saben: Tienes un lunar en la espalda, eres mandón o un líder nato.
  3. Tu zona oculta: Tercer cuadrante: (+ -) Tú los sabes y los demás no. Tus secretos. Lo que te callas por miedo a que te juzguen. ¿Hace falta que ponga ejemplos?
  4. Tu zona desconocida: Cuarto Cuadrante: (- -) Ni tú ni los demás lo saben. Ese talento que descubrirás el día que te atrevas a hacer algo diferente. Como ejemplo, hay una frase en la película de «el Hobbit: un viaje inesperado» en la que Gandalf le dice a Thorin, hablando sobre Bilbo Bolsón: «ni él ni nosotros sabemos de lo que puede ser capaz».

Nuestra identidad no es algo estático que poseemos y ya está, sino algo que se construye con las relaciones (con nosotros mismos y con los demás). Este cuadrante es el esquema que resume tu vida, en otras palabras, el mapa de tu libertad personal. Cuanta más información poseas, más libertad.

Piénsalo. Todos conocemos a ese jefe que cree que es «maravilloso», mientras que sus empleados le tienen pánico o piensan que es, como mínimo, un cretino. O ese amigo que se cree un gran consejero pero que en realidad no deja hablar a nadie más. Esa gente vive en una zona ciega del tamaño de un estadio de fútbol, de uno al estilo de Oliver y Benji.

El problema es que la verdad sobre nosotros mismos nos da miedo. Preferimos vivir en la ignorancia de nuestra propia imagen. Pero la realidad es que, si no te atreves a preguntar qué piensan de ti, estás jugando un partido a ciegas. Habrá gente que te lo diga sin preguntar, con ese «honestly» de las reuniones que en realidad es para meter un machetazo donde todo vale disfrazado de honestidad. Esa gente cuanto más lejos, mejor, porque no solo no te aporta, sino que te aparta. El crecimiento de verdad empieza cuando te sientas con alguien que te quiere bien y le dices: «Oye, sé sincero, ¿qué es lo que más te molesta de trabajar o vivir conmigo?». Duele, pero te ahorra años de terapia o un pastizal en los papeles del divorcio según se mire.

La máscara y el agotamiento de «lo oculto»

Por otro lado está nuestra zona oculta. Esa mochila que llevamos todos llena de inseguridades. «Si supieran que en realidad no tengo ni idea de cómo hacer esto, pensarían que soy un fraude”. Aquí es donde emerge el famoso síndrome del impostor o cuando confundimos lo que somos con la máscara que llevamos para que nos acepten. No sé qué es peor.

Pasamos una cantidad de energía brutal intentando que nadie vea nuestras grietas. Pero te doy un truco: cuando decides abrir un poco esa ventana y mostrarte vulnerable (decir «no sé», o «esto me da miedo»), la gente que realmente importa no te juzga tanto, sino que conecta contigo más. La perfección es aburrida y, sobre todo, genera distancia. La autenticidad, aunque sea imperfecta, genera confianza. Eso te da un parámetro estupendo para valorar a las personas que tienes a tu alrededor 😉 .

¿Cómo abrir tus propias ventanas?

No hace falta que mañana vayas contando tus traumas a todo el mundo, pero sí puedes empezar a mover los marcos de tu ventana con un par de cambios:

  • Pide feedback «de verdad»: Cambia el «¿qué tal lo he hecho?» por «¿qué es lo que menos te ha gustado de mi presentación?». Así mejorarás de verdad.
  • Afloja la máscara: Prueba a decir lo que piensas una vez al día, aunque creas que no es «lo que se espera de ti». Olvídate de ser políticamente correcto. Si no te gusta el bacalao, dilo, por mucho que estés en casa de tus suegros. Y no, no es falta de educación, es ser adulto.
  • Haz cosas que te den un poco de miedo: Es la única forma de que la zona desconocida se ilumine. Si siempre haces lo mismo, nunca sabrás de qué eres capaz cuando las cosas se pongan difíciles. Comienza con algo muy sencillo: si te encantan los chilaquiles de pollo ¿por qué no pruebas a hacerlos en casa?

¿Qué es lo que quiero que te lleves hoy? No hace falta que seas un exhibicionista emocional, también hay que protegerse un poco. Lo importante es que tú ves en el espejo y lo que los demás ven cuando te miran, se parezca lo máximo posible. La honestidad empieza por uno mismo y si algo te chirría, es mejor observarlo y ponerle solución, aunque eso haga que te sientas raro en tu propio ambiente. No puedes seguir llevando los zapatos de cuando tenías 10 años, por mucho que te digan que te quedan muy bien.

Termino ya, si te resuena y te atreves te leo en comentarios (ya sabes que yo no juzgo). Espero publicar un nuevo relato el viernes, aunque en estas fechas, puede que las circunstancias lo retrasen. Lo aviso por si acaso 😉

Espero que tengas una gran semana y una muy feliz Navidad.

Cris

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