Martes, 14 de octubre de 2025. El domingo 12 de octubre se celebró el día de la Hispanidad. El lunes 13, en Canadá, fue Acción de Gracias. Estos días estamos siendo testigos de un acuerdo de paz para Israel y Palestina. Son muchos los temas y no tengo muy claro de lo que hablar en el artículo de hoy. Sí, claro que podría poner el foco en lo malo de estos días, pero ya hay mucha gente que lo hace ¿verdad? O ponerme en modo guadañeitor con los tontainas de dicen “nada que celebrar” en la Hispanidad o que siguen contando sus verdades, las que le interesan a ellos para su discurso por supuesto, sobre lo que ocurre en la franja de Gaza. No lo voy a hacer. Claro que tengo una opinión sobre ello, formada a través de lo que se informa en diferentes medios y de mi propio criterio. Como ya he dicho, hay mucha gente que le dedica mucho tiempo a ese enfoque, y no me beneficia. Al contrario, me pone de mala leche y les daría un altavoz que no quiero dar. Asi que, en el artículo de este martes, ya lo adelanto, lo que quiero que te lleves es una mirada hacia la gratitud. En Macro, a nivel mundial, y en micro, a nivel personal.
¿Hace falta que explique lo que es la gratitud? Por si acaso. Según la RAE: gratitud es un sentimiento que impulsa a estimar y corresponder al beneficio o favor que otra persona ha hecho o ha querido hacer. Lo primero que destaca es que la gratitud es un sentimiento. Ok. ¿Y si no lo siento? A veces nos pasa, quién sabe por qué. Nos han vendido la idea de que para agradecer hay que sentir «bonito», así como en modo algodón de azúcar. Nos la han vendido y se la hemos comprado, que conste. No es del todo correcto. La gratitud es un sentimiento, sin embargo también es una decisión.
¿Una decisión? Sí, porque tú decides si vas por la vida con la queja en los labios o dando gracias. Como decía al principio, podía escribir fijándome en todo lo malo. Sí, claro que hay mucho. Pero ¿en qué me beneficia eso? Ya lo digo, en nada. Como un desahogo temporal y poco más. Claro, no se trata de ir por la vida en modo pánfilo. Si alguien te da un bastonazo sin venir a cuento no vas a darle las gracias así de primeras. La decisión de la gratitud es mirar más allá de las circunstancias, vivir el presente, sí, pero sin quedarte aferrado en él. Parece un encaje de bolillos complicado, lo sé.
¿Se puede dar gracias por algo malo? ¿A alguien se le ocurriría dar gracias por una enfermedad, por un fallecimiento, por una catástrofe? Salvo los santos, no creo que sea humano hacerlo. ¿Entonces? La gratitud implica mirar más allá de las circunstancias. Por ejemplo, se te rompe un mueble y eso te da la oportunidad de encontrar uno que te guste más. Ya, es un ejemplo tonto. No quería meterme en temas de enfermedades. Algo que en principio puede ser negativo, abre las posibilidades a algo beneficioso.
La gratitud es entonces un sentimiento que impulsa. Un sentimiento que puedes decidir sentir. Requiere entrenamiento. Al principio vale con cosas pequeñas. Lo importante es adquirir el hábito. A muchas de las personas de los supermercados a los que voy les llama la atención que mi hijo dé las gracias y pida las cosas por favor. Debería ser habitual, sin embargo, en la actualidad hay más exigencia que gratitud. «Exigimos que…» lo escuchamos en cada noticia sobre el parlamento. ¿Exigir en base a qué? ¿Qué has hecho tú para exigir nada? Si vas en modo beligerante, es muy posible que generes que la persona que escucha se ponga a la defensiva. Y así, no vas a conseguir nada. Como dice el refrán, se matan más moscas con miel que con hiel.
La gratitud se puede entrenar. Es un concepto importante. Tú decides entrenar la gratitud. Cuanto más lo hagas, más lo sentirás. Conlleva firmeza en tu decisión y esfuerzo, sin embargo lo merece. Empieza con algo sencillo. Aqui y ahora. Mira a tu alrededor. ¿Hay algo por lo que dar gracias? No te fijes en si tienes que limpiar el polvo o si tienes el último modelo de móvil. Detente un instante. El mundo va a seguir ahí, no te preocupes. Mira a tu alrededor y fíjate si puedes dar gracias por algo. ¿Hecho? Ok. Ahora cierra tus ojos al mundo y mira a tu interior. ¿Hay algo por lo que dar gracias en tí? Que sí, que todos sabemos nuestros fallos, nuestros kilos de más, nuestras canas. Mira un poco más allá. ¿Qué es lo que disfrutas hacer? ¿Qué es lo que te gusta de tí? No hace falta ser narcisista. Bien. Ya tienes cosas fuera y cosas dentro.
¿Ahora qué? Escríbelo. ¿Cómo? Sí, escríbelo. Existe la posibilidad de que en un futuro no muy lejano requieras volver a ello. No es necesario que sea algo así como la lista de la compra. No voy por ahí. Más bien, elige un cuaderno o el bloc de notas del móvil y escribe los motivos por los que dar gracias. Si te salen 5 cosas, mejor. Puedes hacerlo ahora o antes de dormir, como un resumen del día. ¿Para qué es esto? Primero para que observes tu realidad desde otra perspectiva. Permíteme decirte que no es estar en modo «hierbas». No. No tienes que fumar nada. Es tu decisión, tu entrenamiento para verlo todo de otra manera.
Ok. Ya lo has escrito. Hazlo de nuevo mañana. Aunque cueste y te sientas haciendo el idiota. Y después, pasado mañana otra vez. Cuando te quieras dar cuenta, tendrás un cuaderno lleno de cosas, de momentos que agradeciste. Eso te dará serenidad. Porque descubrirás que hay cosas que dependen de ti y otras que no. En ese caso, lo importante es tu actitud, cómo decides afrontarlas. Y todo ello te llevará a darle su verdadera importancia y a la serenidad. Sí, la gratitud es el origen de la serenidad, nace de la observación, de ponerte en el lugar que te corresponde. Reconocer que eres un ser humano, mortal, que hace cosas bien y que se equivoca en otras. Todo el mundo lo hace. Por ello, estarás en paz y así podrás disfrutar de lo que te rodea en su justa medida. ¿Algo bueno? Gracias. ¿Algo malo? Gracias porque puedo cambiarlo o si no puedo, tendrá una enseñanza para mí.
La gratitud es un divino tesoro, nos acerca a la divinidad. Es la primera respuesta de un creyente ante la que nos ofrece la divinidad. Le llames como le llames. ¿Y los que no creen? Todos creemos en algo, le llames dios, universo, fuente primigenia o amor. No importa. Los agnósticos y los ateos también. En un mundo mejor, más justo, más paraíso. Porque todos tenemos esperanza. En lo pequeño, como que nuestro equipo gane un partido, como en lo grande, la paz mundial. Si esperas algo, crees en algo. Y si crees en algo, sentirás amor. Esperanza, fe y caridad. Todo ello arropado por la gratitud.
¿Hay cosas que cambiar? Por supuesto, somos humanos. Sin embargo, es muy diferente si partes de la gratitud, de reconocerte, a si lo haces desde la queja. La gratitud te impulsa al movimiento. La queja te deja ahí, en un fango de arenas movedizas que si te impulsa es a destrozar. Tú decides lo que te mueve.
«¿Qué hago con lo escrito?» Léelo en los momentos en que lo requieras. Es tu entrenamiento. Llegará un momento en que te salga de forma natural, inconsciente, te cambiará la mirada para ver a tu alrededor muchas más cosas positivas que antes pasabas por alto. Y sí, eso significa que verás el mundo con la luz de un nuevo amanecer, tendrás más sensibilidad y menos ansiedad hacia el futuro. Tampoco te deprimirás tanto por tu pasado. Le darás la importancia que tienen a las cosas que te rodean. ¿Un ejemplo? Valoras más lo que tienes en tu vida. ¿Cuando nos encerraron en la pandemia qué pasó? Que teníamos más ganas de salir a la calle. Ahora los días pueden pasar sin que la pises para nada. ¿Para qué esperar a dejar de tener algo? ¿No estaría mejor valorarlo en el momento? El ejemplo más típico: Reunión familiar y alguien dice «ya no nos juntamos como antes». En vez de estar en ese momento presente, en esa reunión, se queja de que ya no hay tantos encuentros. Es como si llamas a tu abuela y se queja de que no la llamas. ¿En serio? Entiendo que le puede gustar que le llames todos los días, pero en vez de estar contenta, se queja. ¿A quién le gusta escuchar quejas? A nadie. En vez de conseguir lo que quiere, lo aleja. Es una actitud. En vez de alegrarte por lo vivido, te quedas en los momentos malos. Pasa muchas veces. Cambia el chip. Puede que tu realidad se transforme si tomas la decisión de agradecer en vez de quejarte. Y siempre hay motivos para dar gracias.Tu cuaderno, tu bloc de notas, de gratitud estará ahí como un testigo. ¿No me crees? Practica la gratitud por unos días y luego me cuentas.
Si te resuena y te atreves, te leo en comentarios. Y recuerda, el viernes te espero para compartir un nuevo relato.
Que pases una fantástica semana y puedas dar gracias por todo.
Cris