La cadena de valores

Miércoles, 2 de julio de 2025. En un curso que hice hace unos meses nos hablaron de una cadena de valores fundamental para el desarrollo personal. Cuando se habla de este concepto, solemos pensar en una lista de valores personales con los que nos sentimos identificados. Sin embargo, ésta es un poco diferente. Puedes llamarla cadena, o si lo prefieres, una escalera de valores. Incluso podrías denominarla el castillo de naipes. Aunque me identifico más con la escalera y con peldaños, como me la explicaron como cadena, seguiré usando esa denominación. Por si no la conoces, la pongo:

RESPETO –> CONFIANZA –> COMPROMISO –> CALIDAD –> EXCELENCIA –> SINERGIA –> TRANSFORMACIÓN –> EVOLUCIÓN SISTÉMICA.

Es interesante. Implica que para obtener un eslabón, se requieren los anteriores. Por eso, puedes verla como una escalera. Para subir un peldaño, tienes que estar asentado en el anterior. ¿Qué ocurre si uno falla? Piensa en el castillo de naipes, si una carta cae, todas las demás, la siguen. ¿Cuál es el valor primordial? El respeto. El primero y en el que menos nos fijamos. Se da por hecho, y no siempre es así. Nuestra memoria lo olvida con facilidad. Es la derrota que más veces permitimos. Las justificamos de tal forma que su ausencia ni nos afecta. Alguien que se te cuela en una fila, ya sea conduciendo o en un supermercado. Alguien que te trata con menos dignidad de la que te corresponde. Por ejemplo, no te gusta que te llamen con un diminutivo, digamos que te llaman Francisquita, y siempre está la típica tía Eustaquia que lo hace. Y se lo has dicho muchas veces, a ella y a otros familiares, pero le da igual tu opinión, continúa por costumbre, se cree que como eres más joven, no tienes derecho a marcar ese límite, tienes que respetar lo que ella hace, contradecirla es ser maleducada. Como es una persona mayor, en la familia le ríen la gracia. Le quitan importancia. «Siempre te ha llamado así ¿qué más te da?». Te plantas, se lo dices o no respondes cuando te llaman así, llegarán a decirte que eres una borde, caprichosa. La realidad es que, en el momento en que has dicho que no te gusta, ese «Francisquita» es una falta de respeto hacia tu persona. Así de claro. Parece que no importa, el tema es cuando cedes en eso y en otras muchas cosas, en pequeños detalles, que terminan encorsetándote en algo que ya no va contigo. No lo hacen con maldad, pero te infantilizan. A lo mejor, Francisquita, era apropiado cuando tenías 3 años, pero con 27 ya eres adulta, responsable y estás en todo tu derecho que no te guste que te llamen así. Tienes todo el derecho, es tu nombre, lo siento por la tía Eustaquia. Ella también tiene que ser educada.

Subamos un eslabón, un peldaño, un piso del castillo. No es posible mantener la confianza si no hay respeto. Da igual que el vínculo sea de pareja, de amistad o familiar. No puedes confiar en quien no te muestra respeto. Quien te falta al respeto, si lo toleras, tarde o temprano lo volverá a hacer cada vez en niveles mayores. Te minimiza con persona, no te deja crecer y eso puede implicar que confíes menos en tus posibilidades. Parece una exageración, lo sé. No lo es tanto. La construcción de tu autoestima depende en gran medida del respeto con el que te trates y te hayan tratado. Si gente importante para ti, personas de referencia, te menosprecian, te restan valor, al final permitirás que te ninguneen en el trabajo, en las relaciones personales… Los grandes lagos comienzan con una gota. ¿Se puede perdonar y volver a confiar? No lo sé. Tenemos memoria. Perdonar, perdonarse, es importante para no cargar con heridas del pasado. No se requiere que te pidan perdón, ese es otro tema. Se puede perdonar, claro, sin que por ello olvides. Si lo olvidas, no aprendes y volverá a ocurrir. Si te cortas por agarrar un cuchillo por el filo, puedes curarte la herida con independencia de no olvidarla. El cuchillo no te ha hecho daño, digámoslo así, a propósito. La función de su filo es cortar. Es muy posible que la próxima vez, lo agarres por el mango, porque no has olvidado el corte, la lección, has aprendido. Con las relaciones personales ocurre lo mismo.

Es una cadena que se da en las relaciones con las otras personas y con nosotros mismos. Una persona que se respeta a si misma, adquirirá la confianza en sus capacidades que la llevarán a un compromiso consigo misma que a su vez la harán buscar la mayor calidad posible en sus pensamientos, palabras y acciones, hasta llegar a la excelencia que confluirá en una sinergia que implicará una transformación personal profunda hasta llegar a la evolución sistémica. Todo parte del respeto y conlleva un trabajo, un esfuerzo, tiempo y ganas. A la hora de trabajar en uno mismo, se requiere de esa constancia, de esa perseverancia y de esa disciplina. Es una cadena que puede llevar aparejados otros tantos valores. Sin respeto no hay confianza, sin compromiso no hay calidad, sin el paso previo, no se da el siguiente.

¿Por qué hablo de esta cadena? Porque a veces se nos olvida el orden. Si quieres que los demás te respeten, primero debes hacerlo tú. Si tú no lo haces ¿cómo lo harán los demás? Y eso no es ser egocéntrica, ni creerse más que los demás. Es darse valor. La frase es «ama a tu prójimo como a tí mismo» no «ama a tu prójimo en vez de a ti mismo». Si quieres amar a los demás, primero ámate a ti. Valórate. Respétate. Respeta a las demás personas, vives en sociedad y el civismo es necesario, claro. Sobre todo empieza por tí. Y si algo no te vibra, no va contigo, hazte caso. El primer eslabón es el respeto. No está hecho al tun tun, tiene su orden y es preciso. Hace poco recibí un mensaje que me hizo reír. Es posible que hayas recibido alguno así. Alguien que conociste hace tiempo, que te escribe sin saber muy bien por qué, y que te ofrece algo que no le has pedido, que puede que no te interese lo más mínimo. Es un mensaje venta. Retomas un contacto con un fin explícito. En apariencia están interesados en cómo te va. En realidad, te quieren vender algo, quieren algo de ti. Y me reí, porque le vi su juego. Ofrecía una llamada «gratuita»… que posiblemente conllevaría una propuesta de compra de un producto material o inmaterial. Comprendo que lo envíe, por supuesto, es una acción de marketing lícita. Sin embargo, estoy en otra etapa. Si requiero un trabajo conjunto, ya lo solicitaré yo. Si no ha habido relación, seguimiento, no tiene por qué saber mi situación actual en mi proceso vital. Y está bien que lo ofrezca, puede que consiga ventas con otras personas. Tengo la capacidad para decir que no, de poner ese límite. Tu oferta puede ser muy interesante, la observo y decido que no es para mí. No confundo relación personal con mercantilismo. Tu interés por mí puede ser sincero, sin embargo encierra un beneficio oculto para ti.

Con los extraños se ve con más claridad. ¿Habéis recibido alguna vez una llamada de las que te dicen que son de tu compañía y quieren mejorarte una oferta? Te llaman diciendo que son de tu compañía de teléfono, por ejemplo, y quieren hacerte unas preguntas de satisfacción. Falso. En muchos casos son de otras empresas que han conseguido tu número y esperan que les des algun dato para poder utilizarlo en su beneficio. A las claras, es una estafa, un timo. ¿Tu compañía te llamaría para preguntarte el importe de tu factura? No. Es un dato que ya tienen. ¿Te preguntarían el nombre del titular? Tampoco. ¿Qué ocurre? Que van a insistir, si te niegas, intentarán que les digas si hay algun problema, no para solventarlo, sino para aprovecharlo y ofrecerte otro producto. ¿Qué hacer entonces? Respetarte. Que no te tomen por tonto. No dar datos que tu verdadera compañía tendría. Si Telefónica quiere bajar sus tarifas por fidelidad (lo dudo mucho, no es una práctica habitual), lo hace directamente, no te llama para preguntarte si eres el titular de la línea y cuánto pagas al mes. No juegan al suspense, a la sorpresa. Te lo notifican por carta, si llega. Las empresas son máquinas de hacer dinero, y sus clientes son un recurso, igual que sus empleados. Da igual que sea una empresa de telefonía, de luz, de gas, un banco o el propio estado. Tienen un interés propio. No es que sean entidades maléficas pero tampoco son hermanitas de la caridad. Responden a un interés, a una demanda. Hasta el punto de crear una necesidad si hace falta para conseguir sus objetivos.

La cadena de valores implica ocupar tu lugar para ir creciendo. El trabajo , porque es un trabajo, empieza por saber dónde estás. Repito, no es creerse más que los demás, pero tampoco menos. Es responsabilizarte con tu proceso, ser adulto. Lo fácil es dejar que otros decidan por tí, delegar lo que te compete. Tu crecimiento personal te compete a ti. Si quieres llegar a un sitio, no esperes que otros te digan el itinerario. Podrán, si lo pides (cuidado con los perfiles de falsos salvadores) aconsejarte por dónde ir. Sin embargo, quien conduce, quien decide, eres tú. Es tu capacidad como ser adulto, ser no dependiente. Si dependes de otro para ser tú, entonces no lo vas a ser. Eso no te ayuda a tomar decisiones. Si llega un momento en que no sabes por dónde tirar, es genial que busques otras perspectivas, te apoyes en la experiencia de otras personas. Pero, y este pero debería ser enorme, tú decides, tú eres el responsable de tu vida. Y sin dar por supuesto, comunicando lo que requieres, lo que te gusta y lo que no. Deja claras tus prioridades. Si no te gusta que te cambien una lámpara de sitio y no se lo has dicho a tu pareja ¿cómo va a saberlo? Porque sea tu pareja, tu familia, no tiene por qué conocer todos tus gustos. El respeto va unido a la comunicación. La falta sería que siguiera haciéndolo una vez que se lo has dicho. Salvo que lo haga como broma en un momento determinado, pero diciéndolo. Y si termina siendo molesto y se lo dices, si te respeta, dejará de hacerlo. Lo repito, todo parte del respeto.

Si te resuena y te atreves, te leo en comentarios. Que pases una fantástica semana.

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