Martes, 27 de mayo de 2025. Hoy publico más tarde de lo habitual. Cosas de estar toda la mañana de chófer. De un lado a otro sin la posibilidad de sentarme ante el ordenador. Después, me he quedado dormida. Se supone que la comida te da energía, pues me temo que la digestión te la quita, y como tengas un sillón cómodo, de los que te abraza cuando te sientas, la siesta es asegurada, haga frío o haga calor. Y, conversación telefónica de mi vecino para que se entere todo el pueblo mediante, intentaré escribir mis líneas del martes. Porque parece que hay personas que les encanta ser el centro de atención y que todo el mundo se entere de su vida. Ni que fuera tan importante. Pobre de su interlocutor que tiene que aguantar su chapa, aunque creo que no necesitarían usar el teléfono. Con los gritos que pega seguro que le escucha aunque esté en Siberia. ¿Cómo me concentro para seguir el hilo? Recurro a los cascos, a una playlist instrumental. Una de las habituales, compañera de escritura. Mientras suena Guardians of the Earth de Phoenix Music, tres respiraciones profundas y a dejar que el artículo tome forma.
Hoy he estado en el mismo lugar donde empezó la vida estudiantil de mi hijo. Allí es donde en unos días se gradúa. Ya, ya hablé de ello la semana pasada. Estos días mi vida es monotema. Se cierra el círculo. Comienza una nueva etapa, un nuevo camino. Si llegó con el uniforme del colegio, ahora termina enfundado en un traje y con corbata. Resulta extraño que esté de vacaciones a mediado de mayo. Resulta extraño que no tenga asignaturas que repasar este verano. Lleva toda su vida estudiando. El círculo se cierra y está en una especie de tierra de nadie, donde no sabe qué hacer con sus horas. Este año ya es mayor de edad, no tiene campus en verano. Tiene que tomar decisiones como si se apunta a la autoescuela, o se saca el título de entrenador de baloncesto, cuando va a hacerse su primer tatuaje. Tocan despedidas de sus amigos de siempre, porque el curso que viene cada uno estará en un nuevo camino. Algunos en España y otros a miles de kilómetros. En unos días cerrarán el círculo de sus pies, hasta quién sabe cuándo. En parte con tristeza por el cierre del capítulo y en parte con ilusión porque se abre uno nuevo, la zona de confort se expande aunque de miedo. Conocerá a más gente, tendrá otras vivencias, empieza otro capítulo de su ciclo vital. Es curioso que termine una etapa donde empezó. Cosas de estar en el mismo colegio de un año a la universidad. ¿Tiene miedo? No. Tiene ganas.
Me llama la atención. Porque volvemos al punto de partida mucho más a menudo de lo que nos damos cuenta. Por ejemplo, cuando salimos de viaje, salimos de casa y volvemos a ella. Aunque hagamos miles de kilómetros, siempre regresamos. Supongo que si lo midiésemos con alguna fórmula científica, daría 0. Porque si nos alejamos 1000 kilómetros y regresamos, el trayecto se anula. Claro que en experiencia, llevamos más bagaje. La mayoría de nuestras acciones es un constante cerrar el círculo. Cocinamos para comer, y al terminar, recogemos para tarde o temprano volver a cocinar. Lavamos el coche cuando ya no vemos por el espejo de atrás, y volveremos al túnel de lavado cuando nos vuelva a pasar. Echamos gasoil, hacemos kilómetros, y cuando se gasta el combustible, volvemos a rellenar el depósito. Estamos inmersos en la rueda de la sucesión de sucesos. Como el día y la noche. Depende de nuestra mirada será un cierre o un volver a empezar. Como se dice en narrativa, el arco crea personajes redondos, que evolucionan. La vida es eso, evolución, cerrar el círculo para abrir otro. Con lo cual, podríamos darle la razón al budismo zen con el Ensō, el círculo que no se cierra. Parece una contradicción, sin embargo, el cierre como tal no existe. Porque se abre uno nuevo. No es un cierre absoluto. Algo que termine y ya está. Mientras hay vida es así. Puede que sea así, haya vida o no. Los estados del ser aun abren muchas posibilidades, no solo en filosofía. Pienso en los miles de libros que existen, son poner un foco en un momento de la vida de los personajes. Nos acercamos a ellas en un momento y cuando el escritor decide terminar, se supone que la vida imaginaria de los personajes sigue. Es lo que facilita las segundas partes y el fenómeno actual de hacer diferentes finales a las obras que nos gustan. Hasta nuestra propia vida es un momento concreto. El planeta existía antes que nosotros y lo hará después. Por si se nos olvida, tenemos a las futuras generaciones. El círculo que no se cierra, desde arriba puede parecer cerrado, aunque es muy posible que sea una espiral ascendente. No nos encontramos en el mismo punto en el que empezamos. Aunque volvamos a él. Mi hijo no es el mismo que cruzó por primera vez esas puertas por las que salía hoy. Tampoco yo soy la misma que lo llevó y esperó en la puerta para recogerle. Las canas lo atestiguan. A veces me cuesta recordar lo que era mi vida antes de mi hijo. Y de mi vida de soltera ya ni os cuento. La memoria es selectiva y estar en el presente, observarlo, permite que es círculo, que tanto he repetido, se mantenga abierto. Tenemos la capacidad y la oportunidad de dar por cerrados capítulos, círculos, para pasar a otros. Y está bien que sea así.
Las obligaciones me reclaman de nuevo. Espero poder escribir con más calma el próximo martes sobre un par de experiencias interesantes que van a tener lugar en unos días. Momentos de reencuentros y de inspiración asegurada. Ya os contaré más. Si te resuena y te atreves, te leo en comentarios. Que pases una fantástica semana.