Trascendental

Martes 9 de abril de 2024. Como lo prometido es deuda y lo anuncié el sábado en Instagram, hoy el post estará dedicado a las reflexiones finales del curso de formación en coaching que he realizado. Lo empecé en abril del año pasado y culminaba un camino de transformación iniciado en el 2022. Se podría decir que llevo desde 2020 realizando cursos, adquiriendo conocimientos y herramientas, en busca de respuestas. Tarde o temprano, todos los seres humanos nos topamos con las preguntas filosóficas vitales: ¿quién soy? ¿de dónde vengo? y ¿hacia dónde voy? Y cada uno buscará el camino para dar su respuesta. Algunos tienen muy claro su propósito vital desde pequeños, otros van paso a paso hasta que encuentran lo que llena su corazón y lo que pueden aportar a la sociedad. Porque todos tenemos algo que aportar, y no es comparable, no es ni mucho ni poco, es lo nuestro, si no lo hacemos nosotros nadie lo hará. Eso es lo más importante, la gran conclusión.

Qué quiero y qué no quiero

Lo primero que ocurre con esas preguntas filosóficas es que te paralizan. Sí, porque tienes que decidir lo que quieres y lo que no quieres. Los pros y los contras que han llenado papeles en blanco a lo largo de todo el mundo. ¿Quién no ha hecho una lista de esas? A veces resulta más sencillo decir lo que no quieres. Estamos muy acostumbrados a pelear con la sombra, el lado oscuro, el mal, como quieras llamarlo. La literatura ha llenado nuestras estanterías con historias de conflictos, donde el viaje del héroe, que no siempre lleva espada y escudo, tiene que enfrentarse a una serie de pruebas para alcanzar su destino. En nuestra realidad es fácil ver ese paralelismo con los diferentes exámenes a los que nos someten desde pequeños. Nos pasamos la vida estudiando cosas que otros, en muchos casos políticos, decidieron que eran importantes para unificar el ritmo de la sociedad. Un ritmo al que nos tenemos que adaptar, nos guste o no. Desde fuera juzgan nuestro esfuerzo, nuestro aprendizaje, en un momento concreto. Es como juzgar un camino por un solo paso. De locos, y luego nos extrañamos que haya frustración, ansiedad… También hay otros caminos.

Pelear con la sombra, encender velas

«Algunos pelean con la sombra, otros encendemos velas«. La primera vez que escuché esa frase fue a un buen amigo, Disfrutante. No sé de dónde la sacó. Me resonó porque ponía el acento en algo diferente. Nuestra tradición occidental se basa en eliminar la sombra, la culpa. Se nos habla de lo «malo» que es el Ego, del daño que puede hacer a la sociedad y a nosotros mismos. Las religiones están llenas de ejemplos, donde la individualidad debe someterse a la comunidad, el bien común debe prevalecer. Pero se ha insistido tanto en eso que no hemos pasado a la segunda parte. Dar luz, ser luz, iluminar caminos. ¿Una sola vela puede marcar la diferencia? Sí. A ese respecto, me encanta la fábula de Jean Giono, el hombre que plantaba árboles. Seguro que hay alguna historia sobre velas, aunque no la conozca. Y no digo que no haya que mirar de frente a nuestra sombra, a lo que no nos gusta, sino que hay que ir más allá, trascenderlo. Si a mi no me gusta mi sobrepeso, es correcto que quiera desprenderme de él y para eso es importante que lo mire, que lo vea en un espejo. Sin embargo, si solo me quedo en eso, tendré una vida amargada, penosa. Encender las velas es ir más allá de esos michelines, ver una ropa que me guste, o esa oportunidad que el sobrepeso me impide. Hace poco veía una serie en la tele donde un hombre quería montar en un avión militar, un caza. Para hacerlo, hay un límite de peso, 102 kgs. Él pasaba de 140. Se puso a entrenar, a hacer dieta, por esa meta, por ese objetivo. y lo consiguió. Era su motivación. La tuya puede ser diferente. Se ha dicho que todo camino comienza con un primer paso, iría un poco más allá, para el segundo paso, hay que dar el primero.

Primer paso, después el segundo y el tercero, hasta que consigas el ritmo

Hay muchas metas que se quedan en el cajón de lo olvidado porque no se dio ese primer paso. Ya que estamos con las metáforas de lucha, algunos se rinden antes de empezar. Lo he visto en muchas ocasiones. Personas con una gran historia que contar y que se quedan en eso, en una idea, porque no se han sentado en la silla y se han puesto a escribir. ¿Es duro? Sí, mucho más de lo que se cree. Si quieres hacer algo más que juntar palabras. Si quieres escribir 3000 palabras, comienza con la primera, después la segunda, luego la tercera… Está bien mirar el contador, pero sin obsesionarte. Cuenta la historia, no las palabras. Ese es mi caso, pero el tuyo puede ser diferente. Lo importante no es tanto el cómo lo haces sino el para qué lo haces. No pierdas de vista nuestro objetivo. Puede cambiar, puede diluirse por el camino, hasta desaparecer. Si tomaste una decisión, mantén la llama encendida. No se trata de acabar, sino de tu decisión de seguir tu propio camino. Habrá principios con finales, capítulos cerrados y otros que simplemente eran una via muerta. De todos esos pasos puedes aprender, nutrir tu vela. ¿Para qué escribes? ¿Para publicar? ¿Por la fama, el prestigio o porque te sale de dentro? ¿Trabajas para vivir o vives para trabajar? Las preguntas, bien formuladas, pueden ser muy poderosas. Con tu vela encendida puedes compartir luz con otras. Como he dicho al principio todos tenemos algo que aportar, y no es comparable, no es ni mucho ni poco, es lo nuestro, si no lo hacemos nosotros nadie lo hará. Sin nuestra pieza, el puzzle se queda incompleto.

Tú eliges, pelear con la oscuridad o encender velas. No quiero terminar sin acordarme de otra fábula. Escuché hace tiempo que en un pueblo existía la costumbre de que los médicos, ponían a su puerta, una vela por cada paciente que habían tratado y había fallecido. Llegó un forastero con una enfermedad y cuando le contaron el motivo de las velas en las ventanas, decidió buscar al que menos tuviera, porque estaba convencido que sería el mejor para que le tratase. Observó en la calle de los médicos puertas con 100 velas, 50 velas y una puerta con una sola vela. Y se decidió a ir a entrar en la última. Al entrar, el médico le dijo que se había licenciado el día anterior. ¿Conclusión? Nuestros intentos, lo que otros llaman errores, son esas velas. Todo es aprendizaje.

¿Te resuena? Si te atreves, te leo. Pasa una gran semana.

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