Martes, 22 de abril de 2025. El pasado domingo, al ver una noticia del Papa Francisco, la bendición Urbi et Orbi por el Domingo de Resurrección, les dije a mi familia que le quedaba un telediario. No le estaba deseando ningún mal, solo constataba el deterioro físico y lo que percibía al observar su imagen. No soy adivina, solo escuché a mi intuición, a eso que se percibe y se sabe sin saber muy bien por qué o de dónde viene. Ayer, lunes 21 de abril de 2025, nos despertamos con la noticia de su fallecimiento. Las campanas de las parroquias tañeron durante todo el día, no solo para llamar a Misa. A las 7:35 a.m. el reloj se detuvo para el primer Papa sudamericano y para los creyentes católicos, el Vaticano luce en su página web dos palabras: «Sedes Vacans». Las celebraciones del Jubileo 2025 y lo planificado para las próximas semanas pasa a un segundo plano. Todo queda a la espera del nuevo Papa. Un sentimiento extraño recorre los corazones en la mayoría de los católicos porque comienzan 9 días de luto, en plena octava de Pascua. Tristeza y Alegría entremezcladas, con una gran dosis de incertidumbre. Más que nunca, los ojos del mundo están puestos en la Ciudad Eterna. Los mensajes de condolencia y recuerdo de los líderes mundiales se fueron sucediendo a lo largo del día de ayer. ¿Qué pasará ahora? A los funerales de Estado, le seguirá el cónclave para elegir al próximo sucesor de Pedro. El reloj se detuvo, pero el mundo sigue girando.
Ayer, mientras esbozaba unas líneas sobre la noticia, no tenía muy claro si ponerme a escribir con más detalle sobre ella, hablando de las quinielas de los papables, el legado de Francisco y las incógnitas que se abren en este momento. No lo voy a hacer, para eso ya están publicadas cientos de palabras de periodistas, expertos y otros muchos que se hacen eco. No trabajo en ningún medio así que puedo permitirme el lujo de ir más allá de la simple noticia. Y el tema que me ronda, entre la cabeza y los dedos que teclean, se las trae. Porque vivimos como si no hubiera un punto y final. Parece muy lejano, lo medimos en años para que parezca mucho tiempo. Sin embargo, muchas veces sentimos que el tiempo vuela, que las semanas pasan a todo gas. 100 años parece muchísimo, ¿verdad? La mayoría no llegaremos a tanto. Ahora bien, ¿cómo te sientes si te digo que son 5200 semanas? Porque si un año son 52 semanas, 100 años serían 5200. Pura regla de tres, un cálculo sencillo que cualquier niño puede hacer. Si ya has pasado los 40, ya has superado las 2000 semanas como diría Oliver Burkeman en su libro 4000 semanas. ¿Qué vas a hacer con las que te quedan? ¿Cómo gestionas tu tiempo?
Esto también pasará
El mundo continúa hacia adelante, lo tengamos en cuenta o no. Hoy podemos estar contentos por algo tan nimio como que nuestro equipo favorito ha ganado un partido, mañana cambia la racha y pierde. Planificas un momento importante, sea el que sea. Cuando te quieres dar cuenta, ya ha pasado. Te preparas para una entrevista de trabajo, un examen, un viaje… Llenamos la agenda con cosas por hacer, que se diluyen entre las manos, te agobies o no. Porque si una agenda sin huecos cansa solo de verlo, una sin actividad también. Vamos a la carrera en una rueda de hámster. Y puede que en tu cerebro mis palabras suenen tristes, pero nada más lejos. Es pura observación. Piénsalo. Lo que tanto te preocupa en este instante, mañana no será más que un recuerdo. Puede que determine dónde te encuentres, por la decisión que estás tomando, pero ya habrá pasado. Ayer tenías a un recién nacido en brazos. Hoy es el que conduce el coche en el que vas mientras en tu cabeza resuena la voz de Joaquin Sabina ¿quién me ha robado el mes de abril? Sí, ese mes que ya avanza hacia su final y con el termina el primer cuatrimestre del 2025, cuando hace un parpadeo nos preocupaba el confinamiento o la filomena del 2020. En aquellos días, el reloj también se detuvo, aunque el mundo siguió girando y ya han pasado 5 años.
Nuestra vida es un telediario
Una de las cosas curiosas de visitar tantos yacimientos arqueológicos es darse cuenta de lo efímero. El fin de semana estuve haciendo una ruta por el románico rural de Guadalajara. Iglesias construidas en el siglo XII, entre el 1100 y el 1200. Casi 1000 años de antigüedad. No voy a entrar en la tecnología que tenían para construirlas. Visita un museo arqueológico o paleontológico y podrás observar piezas de cientos o miles de años. Los científicos encontraron fósiles de australopithecus en unas cuevas de Sudáfrica, en Sterkfontein, y los dataron con 3.5 millones de años de antigüedad. En comparación, toda nuestra vida es un telediario, menos aun, un suspiro, si llega. Para nosotros es muy importante por supuesto, lo que nos sucede nos afecta. Es la oportunidad que tenemos hasta que podamos estar seguros de la resurrección o de la reencarnación. No sabemos lo que nos espera cuando cerremos los ojos para siempre. Nuestro espíritu, nuestra alma, nuestra energía se transformará, pero el cuerpo que conocemos terminará, lo hayamos cuidado mucho o no. Puedes echarte miles de cremas, tintes… envejecerás igual, aunque no lo parezca. Y no es ser catastrofista, sino que es la realidad en la que nos movemos, queramos reconocerla o no. Desconocer la ley no exime de su cumplimiento como se suele decir en términos de derecho. En la realidad, las reglas de la Física se cumplen igual. De hecho, diría que a La Realidad le importa un carajo lo que pensemos de ella. Podemos modificar nuestra realidad, la parte pequeña que nos toca. Podemos vivir como si no fuéramos a morir. Solo sería un engaño más. La diferencia la marca tomar conciencia de lo exterior, de lo vital y poder movernos en el ahora, entre el «esto también pasará» y el «momentismo del carpe diem«. Ser conscientes de cómo gestionas tu tiempo, para qué lo empleas y hacia dónde van tus pasos. Repito, no es tristeza lo que notas en mis palabras, sino constatar una realidad de la que cada día soy más consciente. Entre el sentido del deber y el principio del placer está el principio de la realidad, en lo que te mueves aquí y ahora, sin juicio, desde el observador que toma decisiones. Desde ahí gestionas el momento de otra manera, se relativiza y se aprovecha el tiempo de otro modo. Los hechos son los mismos, lo que cambia es el significado de la historia que tú mismo te cuentas. No puedes cambiar tu pasado pero sí su relato, lo que significa para tí, hasta el punto en que tu memoria no pueda diferenciarlo. Es complicado de explicar, nuestro lenguaje es finito, no puede abarcar lo abstracto.
Te dejo con una pregunta. Si llegas a los 100 años, tienes 5200 semanas en tu cuenta vital. Las que ya han pasado, no vuelven. ¿Qué vas a hacer con las que te quedan? Si te resuena y te atreves, te leo en comentarios. Que pases una fantástica semana.
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