Llevo desde los 18 estudiando comunicación, es decir, llevo más de la mitad de mi vida aprendiendo a comunicarme. Y aún me queda para ser altamente eficaz. Reconozco que en muchos casos, me falta para ser eficaz porque paso de las normas establecidas. Es muy posible que si las utilizara recibiría más visitas, más lectores y por qué no llamarlo así, más clientes que compren mi mensaje, mi producto. Las palabras sirven para guiar y para cambiar voluntades, indudablemente. Pero no es el sendero que quiero seguir. No quiero convencer a nadie de mis ideas. Igual que no quiero que intenten convencerme de las suyas. Acepto sin dificultad no estar de acuerdo con los demás. Creo que hasta en muchos casos es necesario y enriquecedor. ¡Menudo aburrimiento si todos pensáramos lo mismo! Iría un paso más allá. ¿Es posible que todos pensemos lo mismo? Que comprendamos lo que nos queremos decir es más o menos complicado, pero llegar a tal nitidez del mensaje que todos pensemos igual, me parece prácticamente imposible. Caminar el trayecto que va desde mi idea, que esa idea la exprese con más o menos facilidad, que la otra persona la escuche y su cerebro interprete lo que está escuchando… demasiados pasos para que sea todo igual. ¿Significa eso que renuncio a comunicar lo mejor posible? Nada más lejos. Significa que cuando hablo, me interesa lo que está escuchando la otra persona. Y cuando escucho, me interesa saber si estoy comprendiendo lo que quieren decirme. Además si lo que me dicen concuerda con lo que me dice la comunicación no verbal. Porque todo es comunicación. No podemos no comunicar. Así es un tema complicado y apasionante al mismo tiempo.
COMUNICACIÓN
Con mayúsculas. Recuerdo que en la carrera había varias asignaturas relacionadas con ella como Teoría de la Comunicación. Comunicación e Información van de la mano y no es casualidad. ¿Hay algo más propio de los seres humanos que la comunicación? Es lo que hace que empezaran a cooperar nuestros ancestros. Comunicar ideas, formas de caza, situación de los recursos básicos para subsistir, para superar enfermedades… Todo a través de contar historias de forma sencilla, accesible para todos. Más propio y al mismo tiempo más descuidado. La mayoría de las veces la realizamos sin pensar, casi con el piloto automático. Y otras veces la usamos, la corrompemos. A diario nos encontramos con ejemplos de datos manipulados en los medios que llegan a las masas para influenciarlas y moverlas como si de un rebaño se tratase. Hace unos días ví una noticia. Da igual la que cojas y el medio. En muchos casos se vierten los datos como si se volcara un camión de tierra. Todos en tropel. Ya no se explican, nada de interpretaciones. Me inculcaron que los hechos son sagrados, hay que intentar tratarlos con objetividad siendo portadores de un mensaje. Hechos sagrados, opiniones libres. En la actualidad solo quedan los hechos y hasta de ellos se duda. Se mezcla el grano y la paja, lo rodea todo una cortina de humo y todo se pone en duda. Normal, porque hay muchos intereses para engañar y que la audiencia no piense. La noticia que leí, provocó que me hiciera preguntas, que viera la deficiente redacción de la misma. Y no me refiero a la ortografía. Eso es un capítulo aparte. Es mezclar a propósito agua con aceite y querer vender que son la misma cosa. En la carrera nos insistían en contrastar opiniones para formar la propia. Hoy en día es todo lo mismo. Ingente cantidad de datos, inmediatez y nula interpretación. Para que luego digan que el periodismo no sirve. Hace falta y su decadencia se nota.
La comunicación. Algo que debería ayudarnos a cooperar, nos crispa y nos aleja de otros seres humanos. Creo que si fuéramos conscientes del poder de nuestras palabras, eligiríamos el silencio. Porque no es lo que decimos, ni siquiera cómo lo decimos, sino que lo que de verdad queda es lo que hacemos sentir con nuestras palabras. Hasta con nuestra comunicación no verbal. Lo que queda son las emociones que provocamos. Comunicar de forma auténtica se nota. No solo tienes que saberte el mensaje que quieres dar de tal forma que puedas ajustarlo a quien te escucha, sino que además, tienes que creértelo, convencerte de ello y que te motive a tí mismo. Sé que suena a frase hecha pero si quieres cambiar algo, empieza por tí. Aplícate el cuento, es más apropiado.
EL MENSAJE
A veces se me olvida que lo que para mí puede ser obvio, algo que conozco de sobra, para otros puede ser completamente novedoso y sorprendente. Cuando ocurre, a mi cabeza acude la frase «no des nada por supuesto«. Las personas que te rodean, además de tener otras circunstancias, pueden tener gustos de lectura diferente, otras vivencias, otra cultura, otras ideas. Otros mecanismos de aprendizaje. Yo tengo mi vida y ellos las suyas. Es fácil que no coincidamos. Es normal, llevo ya un tiempo enfrascada en la comunicación. He leído sobre el tema, he hecho cursos y escuchado a maestros, para bien y para mal. Me he encontrado a comunicadores innatos y otros que son vende motos. Hay de todo. Lo importante, en mi opinión, es que, además de tener curiosidad y estar abierto a nuevas ideas, no te creas nada sin llevarlo a la práctica por tí mismo. Si intentan convencerte a ciegas, no pinta bien. Y no se trata de dudar de todo, sino de pasar por el propio tamiz, pensar por uno mismo. Todo mensaje tiene una intención, se muestre o se oculte. Hay algunas muy buenas. Por ejemplo, contar historias que generen respuestas, que conciencien, que muevan voluntades hacia la abundancia para todas las partes. ¿Eso existe? Sí, existe, es posible y está en nosotros darlo a conocer. La vida no siempre es un juego en el que para que unos ganen otros deben perder. Lo que pasa es que esa ganancia de las dos partes no es para todos los públicos. Hay que adecuar el mensaje a quien te escucha, es decir, diferentes discursos para que llegue a todos. Hay personas que por mucho que lo intentes, solo ven blanco o negro, rojo o azul, vainilla o chocolate. Ya lo traté en mi post La pedagogía de la Y. Las ideas de un mensaje siempre en origen son bonitas, llevarlas a la práctica cuesta más. Pero que cueste no significa que no sea factible.
EL CANAL DE COMUNICACIÓN
¿Cuántas veces a lo largo de estos escritos ha hablado de dualidad? Seguro que muchas. Para que se produzca la comunicación tienen que estar 2. Pueden ser más, pero mínimo dos. Uno que habla y otro que escucha. Y no se trata de conversaciones que en realidad son monólogos con un testigo presencial. No, no. La intención de comunicar requiere la intención de escuchar. Algo que en muchos casos hacemos únicamente para responder con algo de sentido. Estamos en una burbuja, el otro en otra y de vez en cuando nos quitamos los cascos con la música a máximo volumen para escuchar. Consumimos comunicación del pasado que podemos controlar. Y ya no digo nada cuando hay una pantalla por medio. Lo que debería ayudarnos, nos deshumaniza, nos aisla. soy la primera que se pasa la vida con las orejas tapadas, metiendo ruido al cerebro para que se centre pero no demasiado en el run run constante. Los sonidos conocidos me permiten centrarme en los desarrollos de ideas y poder escribir sin distracciones. También es cierto que no hay nada más cómodo para evitar contactos humanos que los auriculares. Son un muro anti cháchara. Casi igual de efectivo que poner el móvil en silencio e ignorar mensajes. Todos lo hacemos. Porque si estamos en esos canales, podemos perdernos otros que son más necesarios, escuchar el silencio, por ejemplo. Llenamos las agendas y la cabeza de ruido, de vorágine, para acallar la conciencia con excusas de falta de tiempo. Hacemos mucho, pero vivimos poco y a cada paso perdemos humanidad. Dos orejas y una boca. Por algo será ¿no?
¿PARA QUÉ NOS COMUNICAMOS?
Para establecer relaciones, de todo tipo. Colaborar en un proyecto común, alcanzar objetivos, hasta para tener pareja. Va desde lo más básico hasta lo más complejo. Y se puede aplicar a la vida, y en mi caso a la escritura. En esta pandemia, por ejemplo, he hecho más de un curso sobre el modo de relacionarnos porque es algo tremendamente útil a la hora de crear relaciones entre los personajes de forma creíble y coherente. Así, además de investigar en los diferentes tipos de personalidad también he ahondado en los tipos de discurso que manejamos en el día a día. Lo que no sé es si seré capaz de comunicar todo lo que he aprendido a través de la historia que cuento en la novela. Porque a veces cuanta más información obtienes, más lío en la cabeza. Hay tanto que contar, que puedo perder la idea principal, diluir el mensaje. Por eso, me considero una aprendiz, una novata y busco inspiración constante. Las clases que oigo y que son de temas que ya sé, me ayudan a recordar y a profundizar en la materia. Las que me ofrecen temas que desconozco, me facilitan el camino, me muestran otras perspectivas, otras formas de llegar. Me entregan un regalo que sé que tarde o temprano regalaré. Así ganamos todos. La comunicación es dinámica. Por supuesto que el mensaje que yo doy, al pasar por mi tamiz, ha perdido cosas y ha ganado otras de mi cosecha. Por eso para que ganemos todos requiere humildad e integridad. Nadie tiene la verdad absoluta en primicia. Hasta los que usan un lenguaje tajante, como es mi caso en algunos momentos. Llevo más de la mitad de mi vida aprendiendo a comunicarme y sigo teniendo cosas por pulir.