Motivos para sonreír

Tranquilidad. No se trata de la sonrisa idiota que ponemos para que los demás nos dejen en paz y no nos pregunten qué tal estamos. O la cara del colegio, cuando el profesor preguntaba si entendíamos la lección de turno y sonreíamos y decíamos que sí, cuando en realidad no nos habíamos enterado de nada, nos habíamos sumergido en el sopor de un  aprendizaje tedioso que no nos aportaba nada. Por no hablar de la sonrisa de «cuéntame lo que quieras que no me creo nada». Tenemos tantos tipos de sonrisa que en muchos casos optamos por una máscara falsa para no dejar entrever lo que estamos pensando en realidad. ¿Cuánto tiempo hace que no sonríes de verdad, desde el corazón? ¿Estás esperando a salir de casa para ser feliz? ¿En serio? Si cuando tenías libertad de movimiento no eras feliz ¿por qué piensas que vas a serlo cuando pises de nuevo la calle? Tus problemas no se han quedado anclados en el tiempo, fuera del umbral de tu casa. Es propio del ser humano idealizar lo que no tiene, valorar a lo que no tiene acceso. Nuestra antigua rutina era más o menos parecida a la siguiente lista, veremos si te suena: El lunes (por poner un principio más o menos odiado) sonaba el despertador, ducha pensando en el desayuno, beber café o la infusión de turno mientras lees las noticias, atasco para llegar a trabajar, aguantar clientes, jefes o compañeros por un sueldo que siempre es más pequeño de lo que crees que mereces. Reaccionar a lo que se te pide para ayer. Lidiar con el estrés y con la insatisfacción de los que te rodean. Comer deprisa, y seguir con las obligaciones, más trabajo aburrido con la sensación de malgastar tu valía, salir de la oficina con la hora pegada para recoger a el o a los peques, ocuparte de las extraescolares, más atascos, más coches, más aglomeraciones en el supermercado, en el centro comercial, volver a la carretera, a los agobios y a la prisa de llegar cuanto antes al hogar, encontrando un sitio cerca de casa para aparcar. Más obligaciones en casa, la cena, la lavadora, el lavavajillas, desconectar el cerebro delante de la pantalla del televisor. Hablar del tiempo o de los marrones de la oficina, del trabajo que tienes que sacar y no sale ni para atrás. Soñar con el viernes, soñar con el fin de semana, soñar con los dias libres, puentes, para tragarte el atasco y las aglomeraciones de la playa, la montaña o el lugar de moda, soñar con las vacaciones de verano, con la jubilación… ¿Te suena? ¿Sientes agobio? ¿Estás con la lengua fuera porque he repetido muchas veces la misma palabra, la misma estructura de frase, muchas comas y pocos puntos? Como te imaginas, lo he hecho con toda la intención. El lenguaje es mi herramienta para conseguir lo que quiero. A veces lo consigo y a veces no.

¿Posponer la vida?

¿Aplazas tu vida a lo que vendrá? Sé que esperabas un post mucho más amable, más tranquilizador, que mostrara la vida en plan algodón de azucar. Pero no puedo dártelo todo hecho. ¿Qué gracia tendría eso? ¡Claro que voy a darte motivos para sonreir! Pero vas a tener que esforzarte un poco. Abrir los ojos, saber dónde estás, salir de la zona de confort. Puedes hacerlo. Merece la pena. Pero tienes que hacerlo tú. Mis motivos para sonreir puede que sean diferentes de los tuyos. No pasa nada. Puedo reconocer los míos en los tuyos, y al revés. Y para reconocer, primero hay que conocer. Mira a tu alrededor. Estás en casa. Delante de una pantalla. ¿Eres feliz o lo pospones, lo aplazas hasta el fin del confinamiento? Sí, ya sé que hay obstáculos. Yo también he perdido a gente por este virus. Yo también he tenido que adaptar los objetivos de ejercicio a mi casa. Me gusta nadar y no tengo piscina. Hacerlo en la bañera no es posible. Me gusta tirar con arco. No creo que a mis vecinos les hiciera ninguna gracia que salga al balcón   y me ponga a soltar flechas. Bueno, ni a los vecinos les haría gracia, ni creo que la legalidad me lo permita. Y me encantaría entrenar mi técnica con el asiático, seguir haciéndome a las flechas de bambú. Usar la cinta elástica anudada para practicar no es lo mismo. Por mucho que ejercite mi postura, no es lo mismo. Sí, no me doy con la cuerda en el antebrazo, no hay moratones. Pero no es divertido. ¿Por qué voy a enfocarme en lo que no tengo? Podría dejarme aplastar por todo lo pendiente. Ordenar por tamaño, orden alfabético del título, de autor, editorial, colores de la portada, todos los libros de la casa. Descubrir que tengo demasiados pendientes y que ha llegado el momento de no acumular más libros que no vengan con centímetros de estantería incorporados. Eso sería un gran negocio, vender juntos libros y estanterías adaptables a cualquier espacio. Puedo escribir, sacar trabajo parado hasta que tuviera tiempo. Hacer un glosario de términos usados en mi nueva novela, explicando lo que es y así no tener que hacerlo en mi narración. Seguramente, la sonrisa no aparecería en mi boca. Cansancio, hastío y cabreo. ¿Cabreo? Sí, porque es una situación donde no sirve de nada buscar culpables fuera. Puedo enfadarme por la pésima gestión de lo que sucede por parte del gobierno de turno. Me haría sentir bien un rato. Más pequeño de lo que me gustaría. Porque no consuela nada saber que tenemos a una banda de incompetentes a los mandos. Como mucho, consigo tener más ganas todavía de sacar el arco de la funda. Pero no provocaría mi sonrisa y es a lo que quiero llegar.

Motivos para sonreír

Como ya habrás imaginado, los verdaderos motivos para sonreír están dentro de ti, no fuera. La puerta a cruzar es la del corazón, no la del portal. Si descubres esos motivos, aunque fuera haya malos humos, atascos, problemas, broncas, movidas… podrás sonreír, no con hipocresía sino desde el corazón. Podrás despistarte, pero, sabrás donde puedes volver, donde renovar las fuerzas y seguir hacia adelante con lo mejor de ti mismo. Podrás reirte a carcajadas sin importarte lo más mínimo si te tildarán de loca o de insensible. No esperarás a salir de casa. Verás tu dolor con más naturalidad. Sentirás desde dentro lo que da más sentido a la vida. Sin posponer, sin aplazar. Sobre todo porque nada te da la seguridad de que llegue ese final que esperas. Verás una clase por internet y te reirás con limpieza de una ocurrencia de uno de tus compañeros. O mirarás a tu hijo con la lengua fuera, agotado tras su entrenamiento virtual, diciendo que eso no era una simple charla. Te emocionarás con una música, con una película antigua o moderna, con un libro o un simple párrafo que resonará. Y sí, tendrás el relámpago gris del recuerdo de los que no puedes volver a ver. Pero hasta en esa pena, podrás sentir serenidad aun cuando el desgarro de su marcha duela. Es una forma distinta de enfrentarlo. No te centras en lo que no tienes, sino en el regalo del presente. Es como el recuerdo de las patatas fritas en cuadrados de mi abuela. Se marchó en 2004. Pero, el recuerdo de su cocina, aun me hace sonreír. Recurro a ese recuerdo cuando escribo. Descubro otros nuevos. Desde el domingo escucho Mediterráneo de Serrat de otro modo. Recordaré el espectáculo de la Fuente Mágica de Montjuic en Barcelona de otra forma y sé que tarde o temprano la volveré a ver, aunque salgan lágrimas. La sonrisa no está reñida con la nostalgia. Más bien es el fruto de lecciones aprendidas. Nadie vive para siempre en este mundo. Y este es el mejor momento para recordarlo. No es faltar al respeto a los que están de duelo, sino encender una vela para iluminar una mirada. Es acompañar más allá del silencio, de las lágrimas, de repetir el sin sentido de resistir. Porque no se trata de resistir, sino de existir. Suenan igual, pero no es lo mismo. Tú decides si abres la ventana y aplaudes, o te quedas dentro en silencio como homenaje al dolor que sientes. No eres mejor persona por elegir una u otra opción. Lo que te hace de verdad humano es el valor de mirarte dentro y descubrir en tu interior la conexión con todos los demás. Es mucho más fiable que cualquier conexión wifi, cable o lo que quieras. No tiene tiempo ni espacio. Tienes muchos motivos para sonreir aunque el miedo no siempre te deje que los mires. Tú decides. Cambia de vida si así lo decides… Y no esperes a que otro decida por tí, no esperes a salir de casa cuando la oportunidad de sonreír está dentro de tí. 

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