Me atrevería a decir que estamos viviendo un momento histórico. De esos en los que hay un antes y un después. Y no es porque a un loco se le haya ocurrido darle a un botón y provocar una guerra nuclear. O porque nuestro planeta haya dicho basta y estemos rodeados de catástrofes medioambientales como huracanes, terremotos, erupciones volcánicas y otras desgracias que han vaticinado desde las películas americanas. Un virus está cambiando nuestro día a día, algo microscópico ha cambiado nuestra forma de vivir. Hay diferentes formas de afrontarlo, pero, tarde o temprano, todos tendremos que reflexionar hacia dónde va nuestra vida, nuestra forma de vivir. Es curiosa la forma de proceder de la Vida.
Hacer y dejarse hacer
La primera reacción que se produce cuando nos cambian los hábitos es consumir tiempo. En nuestra cultura utilitarista nos ponemos a hacer cosas que de forma cotidiana no hacemos porque nunca encontramos el tiempo. Arreglar armarios, hacer bricolaje, limpiar cristales, ordenar las estanterías, arreglar cortinas y otra serie de cosas. Además de limpiar la casa, lavar y planchar. ¿No os suena? Tenemos que adecentar la torre, como si fuéramos Rapunzel. En los días normales, cuando salimos a trabajar, a comprar o simplemente de paseo, no es prioridad. Pero ahora, al estar entre las cuatro paredes, hay que llenar el tiempo de cosas. Está bien. El bajón viene cuando nos damos cuenta de lo tedioso de esas tareas que hemos pospuesto. O de que nos sobra mucho tiempo. Porque intentamos llenarlo de cosas desde fuera y eso tiene fecha de caducidad. Tarde o temprano los armarios están ordenados, la ropa lavada y planchada, el bricolaje hecho. Nos enfrentaremos a la gran pregunta ¿Ahora qué? Hasta los libros pendientes terminan. Podemos sustituirlos por otros. Meternos en las tiendas online y pedir más. Y seguimos consumiendo y consumiendo, desde nuestra casa. En el fondo, intentamos no cambiar para no enfrentarnos al vacío, al silencio, a la no acción que da miedo. Esta situación, esta pandemia, puede cambiarnos por fuera, y por dentro. Depende de nuestra actitud. Somos humanos, ni héroes ni villanos. Nos adaptamos a las circunstancias o nos pasan por encima. Es bueno hacer cosas y también es bueno dejarse hacer , vivir por dentro y por fuera. Acción y no acción forman parte de la misma vida.
La sociedad desierto
La tecnología ha cambiado la forma de relacionarnos. Y en momentos así, es de gran ayuda. Podemos estar en contacto con gente fuera de casa, sin tener que salir. Todos estos días estamos teniendo conversaciones por mensajería móvil, o por videoconferencia. No sé lo que habría pasado en el siglo XVIII, la incertidumbre de no tener noticias de familiares y amigos por ejemplo. Eso me lleva a pensar en cómo se estará viviendo en las partes del mundo donde no hay acceso a internet. O en cómo lo estarán llevando los Tecnofóbicos, los que están en contra de ordenadores, teléfonos móviles y demás. No estoy diciendo con esto que tengamos que depender de ellos, sino que lo más interesante es aprovechar las oportunidades que nos brindan en nuestro beneficio. Ni tecnofanáticos ni tecnofóbicos. Porque lo que estamos echando en falta, al menos una parte de la sociedad, es el contacto humano, el tomarse un café o una caña con los amigos, hacer vida social. Se puede hacer por pantalla pero estaréis conmigo que no es lo mismo. ¿Lo echas en falta? Lo has tenido tantas veces tan a mano que ahora que por un momento te lo quitan, lo empiezas a valorar. Ese disfrutar de moverte por donde quieras, presenciar un espectáculo, viajar y compartir momentos. Porque por un virus se estan modificando el modo de vivir, hasta suspendiendo tradiciones. En España, por ejemplo, las Fallas y la Semana Santa este año van a ser muy diferentes. Es un ejemplo. Lo que dábamos por supuesto, cambia, nos trastoca planes un chasquido. Ayer lo teníamos y hoy no. Viajes cancelados, reuniones a distancia y futuro incierto, porque ya no se trata de días, sino de semanas y puede que las consecuencias duren meses. Lo vimos aparecer en China, surgieron hasta las teorías conspiratorias, pero, estaba lejos, no iba con nosotros… hasta ahora. Y o dejamos de mirarnos al ombligo, o lo vamos a pasar mal. Avanza por los diferentes países. Algunos ya lo tienen en sus fronteras. Todavía no ha impactado contra ellos. Es otro ciclo de la vida. Es hora de que aprendamos lecciones. Esta prueba nos muestra que el paradigma económico y social está cambiando. Por poner un ejemplo concreto: esa opción que algunos no querían ver, el teletrabajo, se está ofreciendo como una realidad. Se puede trabajar fuera de la oficina, en algunos sectores. No hace falta que los empleados estén como pollitos en un mismo edificio. Lo que cuenta es que salga el trabajo no la presencia física de un trabajador en un sitio concreto. Eso liberaliza el panorama y es una oportunidad, si se hace bien. Lo dicho, en algunos sectores. Vale la pena reflexionar sobre ello. No todo el mundo está preparado mentalmente para ello. Tiene cosas positivas y cosas negativas. Y como en todos los cambios, cuesta más o menos adaptarse. Como leí hace poco, cuando te quitan la tierra de debajo de los pies, a veces aprendes a volar y otras veces descubres oro camino.
La Vida sigue
El planeta sigue girando, el sol iluminando, la lluvia cayendo y el arcoíris saliendo independientemente de nosotros. Hagamos o no nuestra parte. La Vida continúa, se abre paso, aunque nuestra vida acabe. Somos mortales. A veces vivimos como si tuviéramos todo el tiempo del mundo. Es un autoengaño, una falacia que manejamos. No somos inmortales. Ni como individuos, ni como especie. Eso que parece tan importante, en el planeta, en el cosmos no lo es tanto. Superaremos esta crisis, seguro. Quizá no todos, pero, la superaremos. Rapunzel terminaba saliendo de la torre, dejando su seguridad por lo desconocido. Nosotros también saldremos de nuestras casas. La duda es si habremos aprendido de la experiencia que estamos viviendo. Si fomentará nuestras buenas actitudes o las malas. Eso depende de cada uno de nosotros. Nuestra conciencia será el único juez al que tengamos que responder. Podemos quedarnos refunfuñando en nuestro rincón, viendo lo negativo, lo catastrófico, deseando el mal o podemos reconocer en los demás nuestro propio dolor y unirnos a ellos, dejar de verlos como enemigos y más como personas que tal como yo quieren ser felices. Mirar más lo que nos une que lo que nos separa. Ver que estamos a una pantalla de distancia. Mirar desde la ventana, abrirla, dejando que el viento o la lluvia nos acaricie la cara y seguir respirando. Sumarnos al aplauso por tantos y tantos que se están esforzando en primera línea, haciendo lo que pueden hacer. Porque todos somos necesarios para seguir adelante. Podemos poner nuestro esfuerzo en la parte que nos toca. Y volveremos a meter la pata, porque el sufrimiento existe. Haremos cosas bien y cosas mal, como individuos y como especie. La Vida seguirá. Aprovecha tu presente como una oportunidad de volver a la esencia, de valorar cada respiración y vivir más allá de hacer y hacer. Tu valor no está en lo que haces o tienes sino en lo que eres. Formas parte de la Vida. Eres Vida. Aprovéchala de verdad. No es tanto sobrevivir, como vivir.