11-M

Hoy hace 16 años de la tragedia del 11-M. Ya, ya sé que la actualidad es el Coronavirus, pero no puedo dejar de recordar una fecha que nos marcó a todos. No voy a hablar de política ni de responsabilidades civiles. No voy a elucubrar con lo que ocurrió. Ya se ha juzgado y personalmente creo que nunca sabremos toda la verdad. Demasiadas preguntas quedan en el aire. Pero, hoy no llevan a ninguna parte. Lo ocurrido fue una barbarie. Explotaron 11 bombas colocadas en 4 trenes de cercanías de Madrid. 193 muertos. 193 vidas truncadas y miles marcadas por el dolor. El mayor atentado terrorista en la historia de España. 

Fácil de resumir, imposible de olvidar 

Personalmente, recuerdo dónde estaba cuando ocurrió y lo que sentí. Recuerdo el temor, la incertidumbre en el caos y el preguntar por qué estaba ocurriendo algo así. Me trajo recuerdos de imágenes de tiempos pasados. Devolvió al siglo XXI, la barbarie de los atentados de E.T.A. por mucho que sus herederos de Bildu y sus amigos de infames pactos quieran hacer que los olvidemos desde sus sillones políticos. No se pueden blanquear los cobardes asesinatos con tiros en la nuca, secuestros y bombas. Centenares de vidas policías, militares, políticos y ciudadanos de a pie segadas por radicales asesinos. Porque eso es lo que son los terroristas, asesinos que se creen por encima de los demás. Es de justicia que se esclarezcan todos los crímenes y paguen su deuda con años de cárcel. No podrán resarcir el daño producido, pero, no pueden quedar impunes sus delitos. La sociedad no puede hacer como si no hubiera pasado nada. La justicia debe caer con todo su peso sobre aquellos que autoproclamaron verdugos. Eran asesinos, no soldados. Que se den cuenta del daño y el dolor que sembraron, sean conscientes y pidan perdón. Las víctimas podrán, o no, perdonar. Es su decisión. Perdonar no implica renunciar a la justicia. Se trata más de que prevalezca el amor sobre el odio. Es una decisión personal de no respirar por las heridas del odio y de la venganza.

Las ideas políticas no se defienden con armas y bombas

Las ideas religiosas tampoco. No hay guerras santas. Segar vidas no puede hacer en nombre de Dios, por mucho que otros nos lo quieran hacer creer. ¿Qué culpa tenían los que iban en los 4 trenes? ¿Y sus familias? ¿Eran responsables de la guerra entre los valores de occidente y oriente próximo? Eso quedaba muy lejos de sus preocupaciones habituales. Iban a sus centros de trabajo, de estudio, a hacer su vida. Y se las arrebataron de las manos. Quisieron sembrar el miedo en los corazones de una ciudad abierta a todos. Quisieron arrebatar la libertad a la ciudadanía madrileña, española, europea. En parte lo consiguieron. Cambiaron el mundo de muchos, dejaron sin familiares, sin proyectos de futuro. Sembraron cicatrices en muchas almas. También despertaron el espíritu del ser humano, ese sentimiento profundo y unificador de la compasión, que hace que nos reconozcamos en las lágrimas de los otros. Los servicios de emergencia desbordados, la solidaridad de toda una ciudad, voluntarios donando sangre, conductores ofreciéndose. El dolor hizo que nos centráramos en lo que nos une y no lo que nos separa. El verdadero espíritu de la Humanidad brilló, porque una sola vela puede encender muchísimas otras sin perder la propia llama

16 años

Han pasado 16 años de aquel fatídico 11 de marzo de 2004. Es el día europeo de las víctimas del terrorismo. No sé si habrá actos en su recuerdo por la pandemia del coronavirus. Pero estoy segura que en el fondo de nuestras mentes, brotará el recuerdo. Quien pase por las estaciones de El Pozo o Atocha irremediablemente pensará en ello. Ojalá se vuelva a encender en nosotros un recuerdo, una llama de compañía con las víctimas y sus familiares. Cruce ese relámpago gris en nuestra vida, quizá un instante en la rutina, que nos haga desear que no se repita nunca más, en ninguna parte del mundo. ¿Deseo o súplica imposible? Quien sabe, pero estaría bien. Sobre todo para que nadie más sienta la angustia y el vacío vital de una decisión que tomaron otros llevados por el radicalismo y la ira. Dejar de alimentar a los monstruos internos que nos separan de los demás. Ya está bien de tanta crispación, de tanto dolor, de tanta muerte. Empecemos por nuestro interior, cambiemos por dentro aunque parezca que eso no nos va a llevar a ninguna parte. Es lo que está en nuestra mano para cambiar el mundo, cambiar nosotros por dentro. 

 

 

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