
El viernes publiqué la reseña de Oxford 7 y hoy empiezo la semana con otra reseña: El guardián de la verdad y la tercera puerta del tiempo de Mario Alonso Puig. Quien sigue este blog sabe desde hace tiempo que no creo en las casualidades. Y con este libro, con esta historia, había muchas como para no prestarle atención. Lo primero es que es una novela de 4 personajes protagonistas, aunque en el desarrollo de la misma, nos encontramos que hay muchos más personajes. No se puede saber a ciencia cierta quiénes son los principales y los secundarios que casi llegan a ser principales. Pero bueno, dejemos que sean 4. Una novela coral, dos hombres y dos mujeres que emprenden un viaje exterior/interior a Grecia. Me suena mucho el argumento. Porque todo viaje exterior, si es importante, supone un viaje interior. Por momentos iba leyendo la historia y me traía recuerdos de Arcoíris de medianoche. También me recordaba a pasajes de la novela que estoy escribiendo en la actualidad La Oportunidad del Fénix. Así que era normal que me haya sentido interpelada constantemente por Mario Alonso Puig en su pregunta de la portada
¿Para qué has venido a este mundo?
O lo que es lo mismo, ¿cuál es tu propósito vital? Porque vives para algo más que para pagar facturas, cumplir etapas repitiendo lo mismo que el resto de los mortales o ser simplemente una seta andante, de las que ni siente ni padece. ¿Te atreves a preguntártelo? ¿Para qué vives? ¿Para qué trabajas? ¿Para qué escribes? Así, sin anestesia. No esperes a que te responda. No voy a hacerlo por tí. Porque eres la única persona que puede hacerlo. Ni tus padres, ni tus maestros, ni los aliados que pone la vida para que sigas tu camino pueden hacerlo por tí. Estás en este mundo por una razón y es tu cometido encontrarla. Te juegas mucho más de lo que crees. Sentirás que es como si te despertaras, como si vieras la realidad de otro modo. Y en cierta forma, lo vas a hacer. Porque tu propósito vital, tu llama interior te ilumina, te despierta. Es un camino personal, apasionante sin duda. Es normal sentir miedo, como si estuvieras delante de un abismo. Pero, una cosa es sentir miedo y otra muy diferente que el miedo te controle. Todos sentimos miedo, pero, cada uno decide lo que hace con él. Los valientes, sienten miedo y siguen adelante. Los cobardes sienten miedo y dejan que él decida por ellos. Ambos lados están dentro de nosotros, actuamos con valentía en algunos casos y en otros con cobardía. Es bueno, porque el miedo es lo que hace que sigamos vivos. Si no lo sentimos, nos tiraríamos por una ventana, nos estamparíamos contra un muro o cualquiera sabe lo que seríamos capaces de hacer. Así que, el miedo es bueno. Lo que no es bueno es que lo usemos de excusa para quedarnos en nuestro refugio, sin atrevernos a vivir. Podemos perder nuestra libertad por ese miedo a movernos, a preguntarnos, a ser quienes somos. Nos quedamos quietos, perdemos nuestro poder de decisión y al final serán otros los que decidan por nosotros. Es más cómodo, sí, pero hace que sólo reaccionemos a las circunstancias de la vida, sin aprovecharlas. Es precisamente en esas circunstancias, donde cada uno demuestra lo que es y lo que quiere ser, dependiendo de cómo las viva. Suena a galimatías, lo sé, y es importante que suene así, para que te pongas en juego.
Atrévete a ser tú mismo
En el mundo que vivimos estamos habituados al grupo, a la muchedumbre, a nadar con la corriente. Nos gusta destacar, pero, no demasiado. Porque hacerlo es ponerse bajo los focos, es presionarse. Demasiada presión nos rompe y la historia nos dice que los que están bajo los focos, los que están en la cima, pueden estrellarse contra el suelo. Son los primeros con los que la gente se alegra de sus desgracias. Cosas de la envidia. El ser humano quiere triunfar, al tiempo que nos sentimos interpelados cuando alguien lo hace y nosotros no. Porque nos comparamos. Eso siempre deja insatisfecho. Por mucho que ganes, siempre hay alguien más rico, más guapo, más delgado, más… más…, más… Incluso los que alaban las teorías lejanas al consumismo, terminan cayendo en esa comparación, corrompiendo sus nobles ideales. En nombre de la igualdad, se forma una sociedad cada vez más desigual, cada vez con mayor lucha por quedar por encima. Se consigue justamente lo contrario. Aunque algunos no quieran verlo. No solo pasa con ese aspecto. El propio sistema crea el antisistema, la dialéctica que lo derrumbará y moverá el eterno bucle. ¿Se puede salir de la espiral? Sí. ¿Quieres cambiar el mundo? Mira en tu interior. Escucha al Guardián de la Verdad, por hacer caso al Dr. Puig. Aquí sólo tienes una señal, una píldora, una pastilla. Tú decides si es roja o azul, morada o verde. Da igual el color. Eres tú quien decide lo que quieres hacer, cómo quieres caminar, hacia dónde quieres ir. Te pueden acompañar, pero, nadie va a caminar por tí. Eres tú quien va a vivir en tu carne, en tus huesos, así que, vete cogiendo las riendas. Si algo no te gusta en tu vida, atrévete a cambiarlo. No porque yo te lo diga, o que un libro lo haga, sino porque eres el responsable de tu propia felicidad. Y en este punto sí que voy a diferenciar, por si no ha quedado claro. ERES EL/LA RESPONSABLE DE TU PROPIA FELICIDAD. En mayúsculas y en negrita para que resalte bien. Nos pasamos la vida echando balones fuera. Que si el profesor de turno me tiene manía, que si el jefe no me valora, que si el médico me impide comer lo que quiera, que si mis padres… bla bla bla. Añadid lo que queráis. En serio, nos pasamos la vida justificándonos, viviendo en una infancia que nos oprime y nos pone a la defensiva, porque nos hiere. ¡Ya basta! Rompe con esas imposiciones, con esos problemas. No lo son, son circunstancias, herramientas que tienes para ser tú mismo. Ese es el viaje interior que haces cada vez que viajas de forma exterior. Descubres otras formas, otras posibilidades de vivir, de entender la vida. Empieza por tí mismo, por elegirte. Porque si tú no te valoras, no confías en tí mismo, no te eliges… nadie lo hará. Y vivirás de acuerdo a las decisiones de otros. No estarás viviendo, sino dejándote llevar, dejándote vivir.
Ser tú merece la pena
Como escritora me enfrento cada día a la pregunta de si lo que escribo merece la pena. El mercado está lleno de posibilidades. Miles de libros se publican cada día, miles de historias se cuentan en las redes sociales, en los blogs, en páginas web y en los medios de comunicación. ¿Merece la pena que alguien dedique tiempo a la historia que quiero contar? No hay nada peor que la sensación de estar perdiendo el tiempo, porque eso rompe la confianza y es difícil de recuperar. ¡Ojo! Eso no supone que todas las historias que contemos sean perfectas, fantásticas y únicas. Somos humanos, cometemos errores y hacer algo bien una vez, no significa que todo lo hagamos bien. ¿Lo que hago merece la pena compartirse? Hay otra pregunta antes: ¿Me merece la pena? Porque, como ya he dicho, todo camino, toda historia, tiene que tocarme primero a mi, porque soy la responsable de mi felicidad. Si quiero un mundo mejor, tengo que empezar por ser yo mejor. Ahí está el meollo. Sin caer en una eterna revisión. Eso no me haría avanzar. Lo importante en un camino es el final, son las etapas y también los obstáculos. Es un todo y es lo que forma el propio modo de caminar. Si lo que escribo, merece la pena, primero para mi, puede que también lo haga para los demás. Porque los seres humanos somos más parecidos de lo que a veces nos damos cuenta. Eso es lo que hace que las historias que contamos resuenen en los demás, se sumerjan en ellas, las vivan en primera persona. Si pueden reconocerse en las emociones que cuento, es porque los demás no son extraños, se parecen. Es la increíble paradoja. Siendo uno mismo, reconocemos a los demás no como enemigos, sino como personas. Vemos lo que nos une, las preocupaciones comunes. Y el mundo cambia porque ser tú merece la pena. Porque aportas un valor diferente, porque haces tu parte de verdad, te haces responsable y abres una puerta en el tiempo. Tú decides si decides cruzar ese umbral o no. Nadie puede hacerlo por tí. Y dónde te va a llevar. Es un periplo donde tú eres el héroe o la heroína. Tú decides si aceptas la llamada o la rechazas. Son tus decisiones las que te llevarán donde quieres ir. De eso va el libro y de eso va la vida. A partir de ahí, descubrirás para qué estás en el mundo. Yo busco mis respuestas ¿Y tú?