Nueva semana y nueva reseña de lectura. Está empezando a ser una costumbre en el blog, como la temática del lunes. Y hoy es algo rara. Porque hasta este libro, todas las reseñas que he realizado me han gustado, eran buenas novelas, con las que se aprende y que se disfrutan. Ésta es diferente. Si me pregunto ¿qué es lo que me ha aportado la lectura? Siendo sincera he de decir, que leer y poco más. Que no es poco, porque mantener un hábito como es la lectura cuesta, no sólo tiempo, sino también esfuerzo y decisión. No he incumplido mi norma de que si algo no me engancha, dejarlo. La novela El misterio Cervantes de Pedro Delgado Cavilla engancha, aunque no del modo que me hubiera gustado. Está bien escrita y es entretenida, pero, es demasiado ligera para mi gusto actual. No es una obra maestra, es para el gran público que quiere pasar el rato en la parada del metro o del autobus. No requiere esfuerzo. Está bien documentada en el sumergirse en la época que describe, pero, no va más allá. Al menos, como lectora no he ido más allá.
Aprovechando el tirón
Me cuesta hacer este tipo de reseñas. Porque cuando un autor publica, siempre hay ilusión por medio. Cree en su producto, quiere convencer al lector y escribe sobre lo que le apasiona. No conozco a ningun escritor que, aun en medio de su perfeccionismo, piense que sus escritos no merecen la pena. El hacerlos públicos es un paso que no todo el mundo se atreve a dar. Algo normal cuando estás exponiéndote al juicio. Pero, siempre hay un pero, no se puede gustar a todos los públicos. La idea del eje narrativo es buena, aunque los temas hayan sido tratados casi hasta el cansancio. Las luchas de poder en la Iglesia, sobre todo entre diferentes órdenes caballerescas, la investigación de un asesinato, el misterio de todo lo que rodea a los templarios, tesoros perdidos, misterios no resueltos en el pasado que esconden conocimientos y marcan el devenir del presente… es un escenario que cualquier lector conoce. Se usa a Cervantes como excusa para hablar de otros temas, situar al lector en la época de Felipe IV y resolver la muerte del inquisidor general. Tiene todos los elementos para enganchar y lo hace como narrador habituado al cine, creando suspense. Desde un principio tienes claro el rol de cada personaje y vas respondiendo preguntas, hilando la trama. En ese aspecto, la realización de la novela sigue las reglas de escritura de todos conocidas. No se puede poner ni un pero. Es la estructura básica, la que llevamos en la mente. Pero, la temática no propone nada nuevo. No hay giros especiales más allá de alguno rocambolesco. Sigues el ritmo sin sorpresas y pasas un buen rato. No esperes más. Si quieres ir más allá, será porque en tu interior resuene de forma especial algun tema, te toque y te haga reflexionar. Cervantes es una excusa para contar una historia. Cualquier parecido con la realidad es pura intención del escritor.
El peligro de los libros
Uno de los aspectos que trata de fondo la novela es el peligro del conocimiento y la necesidad de velarlo para el público en general. El conocimiento es poder, suena la frase ¿verdad? A lo largo de los tiempos, los gobernantes, los que dirigen la sociedad, han tenido miedo a que el pueblo pensara por si mismo. Porque un pueblo que piensa, es difícil de engañar, se dirige peor. Por eso, en muchos momentos de la historia, se ha intentado imponer el pensamiento único. No tengo tan claro que sea lícito llamar pensamiento a la ausencia del mismo. En los planes de estudio se intenta dar conocimientos útiles. Matemáticas, ciencias, geografía, gramática, ortografía… se dan a granel, para memorizar, para dotar de herramientas cuantificables y evaluables. Se da mucha importancia a las reglas. Memorizas para aprender y después del examen se olvida. Hasta la música y la literatura pueden ser enseñadas desde los datos. Pero la formación de un ser humano no son sólo conocimientos prácticos, útiles. Con la excusa de crear una sociedad más igualitaria, lo que hemos conseguido es precisamente lo contrario. Se censura, se convierte en la dictadura de lo políticamente correcto, aunque chirríe. Y para conseguir que no haya voces discordantes con el discurso imperante, se anulan las materias que enseñan a aprender, a pensar. Porque los buenos ciudadanos no piensan, no sueñan, no buscan otras opciones. ¿El peligro está en los libros o en los corazones de los que los leen? Ante la duda, lo más sencillo es prohibir el acceso, bien no permitiendo publicar, bien eliminando los que se juzgan como peligrosos. Ahí está la raiz de la quema de libros que todos los regímenes autoritarios han llevado a cabo. Da igual su opción política, todos lo han hecho, se restringe el acceso a la información porque el pensamiento una vez que se libera, no se sabe a dónde nos puede llevar. Por ello, los escritores que han accedido a ese conocimiento, lo velan, usan juegos de palabras, dan pistas para que otros iniciados reconozcan que lo tienen, pero, pasa inadvertido para el gran público que sin el código correcto no pueden desvelarlo. Hay mucha literatura y mucho cine que exprime esa idea. No voy a nombrar otros libros u películas, porque estoy segura que todos tenemos sus títulos en la mente, hasta escenas concretas. Ese acceso a lo prohibido atrae, y es una forma de hacernos salir de la rutina de la vida cotidiana. Nos hace sentir especiales, aunque sea peligroso, aunque sea irreal.
El libro no es mala opción si no te acercas con pretensiones, si buscas entretenerte y una vez acabado, seguir con las preocupaciones habituales. Quien sabe, puede ser hasta un primer contacto para adentrarte en una época de la historia. No pasará al salón de la fama de la literatura y supongo que ese no sería el propósito del autor al darlo a conocer. Lo importante, siempre estará en el interior del lector. Siempre.