Memorias de Adriano

Comienzo la semana con la reseña del último libro de enero. En un mes me he leído siete, no está mal, y por ahora cumplo mi reto de libro por semana. Reconozco que adoro la temática romana por lo que no he tenido que hacer un gran esfuerzo para que Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar me atrapase. A pesar de que su lectura no es precisamente fácil.  Lo primero que llama la atención es su prosa compleja en párrafos muy largos, con pocos espacios para descanso de la vista. En eso recuerda mucho a las cartas escritas a mano donde se llenan folios y folios sin puntos y aparte. Nos encontramos con reflexiones vitales entremezcladas con narraciones de hechos pasados. Comprendo por ello que a muchos les pueda resultar una lectura difícil. En más de una ocasión tuve que parar de leer para buscar alguna palabra en el diccionario, lo que hacía que el ritmo de lectura no fluyera todo lo suave que me hubiera gustado. En mi caso, los recuerdos de la trilogía de Trajano y de otros libros, me han facilitado mucho el avance, porque lo que cuenta Adriano me sonaba, aunque desde otro punto de vista. Precisamente Adriano no era de los personajes amables y en este libro se muestra completamente diferente. Casi se le coge cariño, te ves reflejado en su humanidad y en sus preocupaciones. La novela enriquece por ello, deja ese regusto de erudicción cuando quien escribe ha hecho un gran trabajo de investigación, ardua y tenaz. Hay que hacer un ejercicio de voluntad para mantener la lectura. Más el esfuerzo merece la pena.

La voz de Adriano

Desde las primeras palabras parece que estás escuchando la voz del anciano emperador.  Casi te lo puedes imaginar escribiendo a la luz de las velas, reclinado, sus memorias. Cartas en primera persona de un anciano que recorre su vida descubriendo la importancia de sus valores, sincerándose y reflexionando sobre las distintas máscaras que ha llevado a lo largo de su vida. Maravilla que sea una mujer quien escribe un libro así, metiéndose en la piel de Adriano. Es un ejemplo perfecto de diferencia entre narrador y escritor, escritora en este caso. Fascina precisamente que Yourcenar desaparece por completo dejando al narrador contar la historia. Es capaz de meterse en la piel y en el alma de un personaje histórico, masculino, y hacer creer al lector que todo lo que cuenta es verídico, que es el propio emperador quien plasma sus ideas. ¿Fue así? ¿Acaso importa? No buscamos veracidad, al menos yo no lo hice con la lectura. Me da igual si Adriano como persona era un encantador o un déspota. Lo que me gusta es poder escuchar su voz en el texto, ir avanzando en su vida, desde sus inicios en Itálica, pasear por Atenas o descubrir desde sus ojos Roma. Me gusta escuchar el resoplido de su aburrimiento mientras era magistrado, ver como crece su pericia militar a la sombra de Trajano, sus luchas con Serviano, sus escarceos amorosos con mujeres y con hombres. Porque en Roma se vivía una libertad adelantada para nuestro tiempo, siempre y cuando fueras un hombre influyente. No tengo muy claro que si la novela se hubiera escrito desde la visión de Plotina hubiera sido la misma. La vida de las mujeres era mucho más limitada, aunque tenían mucha más libertad de lo que nos parece. Y por eso me sorprende el ejercicio de la autora de desaparecer. No sé si un hombre hubiera podido escribirlo mejor, la verdad. La historia sumerge y atrapa una vez que has superado los escollos farragosos del léxico y de los párrafos interminables. Es como si la autora nos retara, pusiera un guardián a un gran tesoro. Tienes que meterte en la novela con decisión, sumergirte más allá de la primera impresión y superar las iniciales adversidades para contemplar algo fantástico. No está hecha para todos los paladares, más dejará satisfechos a todos los que consigan escuchar la voz del emperador.

Desempolvar el latín

Una de las cosas que más me ha gustado la novela es que ha hecho que desmpolvara el latín. Lo tenemos presente en nuestro lenguaje diario, pero, quizá por lo habitual, no le damos la importancia que tiene a ese origen. Me gustó especialmente una frase del libro que dice «Roma ya no es Roma«, su influencia supera los límites físicos de la ciudad. Y es verdad, el legado del imperio romano está más allá de espacio y tiempo. Ha llegado hasta nuestros días y nos superará cuando ya no estemos en este mundo. A través de las palabras de Adriano casi puedes ver la ciudad eterna en todo su esplendor, con los ojos de un recién llegado ante esa mezcla de olores, esa multitud de personas callejeando de aquí para allá y esos edificios espectaculares desafiando las leyes de la arquitectura, superando limitaciones. Y más allá. Porque Roma no se queda en Roma. Está en los campamentos militares de las fronteras, con su ordenación y su disciplina. Está en la mente de los emperadores y de los ciudadanos que pueden caminar por sus calzadas sin miedo. La fuerza militar de la mayor superpotencia de la época les defenderá en caso de alguna injusticia allá donde se encuentren. Será la propia Roma quien juzgue a sus ciudadanos. Ya sean emperadores o el más humilde de ellos.

La humanidad del emperador

Los emperadores también tenían, tienen, preocupaciones por el qué dirán. Se sienten más juzgados, más expuestos y cuando entran en la soledad de sus aposentos reconocen la humanidad de sus cuerpos más allá de la supuesta divinidad que les atribuían. La reflexión sobre la libertad y sus diferencias entre un esclavo y un emperador es otro de los momentos en que me detuve y llegué a tomar notas. No voy a poner todos los instantes en que me paré, porque esto no es un análisis concienzudo. Son mis impresiones. Pero me gustó pensar que más allá de la fachada, ya sea verdad o no, los grandes nombres de la historia, hombres o mujeres, son humanos. Si les pinchan, sangran. Necesitan comer, beber, calor y por qué no decirlo, hacer sus necesidades. A veces los ponemos en un pedestal, tienen que ser perfectos. Y no es así. Algunos se ganaron la divinidad con sus hazañas, con su disciplina y a veces con su paciencia, con ese saber esperar, leer los acontecimientos desde la calma del observador y poder decidir lo que es mejor en cada momento. ¿Ocurrirá lo mismo con el resto de personas de nuestro alrededor? Es posible, casi diría que también nos pasa con nosotros mismos. Nos imponemos unas expectativas que son más pesadas que cadenas, son un lastre para ser realmente quienes somos. No esperemos a la vejez para pensar en la vida. Lo que no nos gusta de nosotros podemos cambiarlo desde ya. Y no se trata de vivir desde las opiniones de los demás, sino hacerlo desde nuestro propio criterio, ser auténticos y sinceros con nosotros mismos, pese a quien pese. Es posible que al hacerlo escuchemos de fondo las voces del pasado de los que dejaron marcas en el camino vital. Y veamos que no estamos tan solos en las dificultades. Los designios de la vida tienen esa paradoja. Si confias y perseveras, encontrarás opciones y ayudas inesperadas.

Cada libro tiene una enseñanza distinta para cada lector. Me atrevería a decir que si eres de los que hacen dos lecturas de una obra, puede que te lleguen cosas distintas en cada momento. Dale la oportunidad a Memorias de Adriano, aunque cueste, merece la pena salir de la zona de confort de la facilidad. Es mucho más interesante.

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