El viejo y el mar

El viejo y el marHasta la semana pasada nunca había leído a Ernest Hemingway. Lo reconozco. No me importa hacerlo, sobre todo porque he podido remediarlo con relativa sencillez. Muchos de los grandes autores en mi vida los encontré a través de las lecturas obligatorias del colegio, instituto o universidad. Hemingway no estaba en los planes de estudio de mi época. Y conocía lo más básico de él. Periodista, ganador de un Pulitzer por «El viejo y el mar» y del premio Nobel de Literatura, un escritor al que le gustaba Pamplona. Poco más. La verdad es que es estupendo acercarse a autores así, sin ideas preconcebidas. Me ocurrió algo parecido a Soldados de Salamina. Aunque en este caso pregunté a varias personas si se lo habían leído. Tenía claro que iba a leerme la novela, dijeran lo que dijeran. Sus referencias fueron positivas, lo único en lo que me hicieron pensar es en la longitud del relato, tan variable de una edición a otra. ¿Sería por tipo de letra, ilustraciones o encuadernación? No lo sé. Lo único que esperaba es que fuera el relato auténtico y no una mezcla de comentarios sobre la obra de algún literato de renombre. No lo era, afortunadamente.

Magistral estilo

Como ya es habitual en mi blog, los análisis se los dejo a otros y expongo mis impresiones. Pueden ser equivocadas o diferentes a las de los demás, pero, son las mías. Lo primero que he de decir es que el estilo es fantástico. La forma de narrar es sencilla y atrayente, es muy sencillo de ver las imágenes que nos quiere transmitir el autor. En eso noté con claridad que era periodista. No hay palabras rimbombantes, algo que hizo que me acordara de mis profesores de carrera y su norma de que cuantas más palabras técnicas, menos dominio del tema por parte del comunicador. Tiene palabras de pescadores, por supuesto, pero, eso hace precisamente más creíble el texto. Lo siguiente que me encantó de la obra es que es buena literatura. Entiendo que a veces es más sencillo usar lo negativo de algo para aprender, saber lo que no hay que hacer para aprender a hacer algo bueno y que merezca la pena. Estoy de acuerdo en ese método hasta cierto punto. Prefiero aprender los grandes escritores, de los grandes pintores, de los grandes artesanos que perder el tiempo con chapuceros por mucho que vendan. No hay color si me dan a elegir entre una gran cocina o una hamburguesa de la cadena que más venda. Se aprende de los errores de otros, pero, si hay que imitar, mejor hacerlo de los mejores. No está reñido, aunque depende mucho de dónde pongas el énfasis y el tiempo. Hay momentos para todo, para disfrutar del estilo de Hemingway y para tumbarte en el sofá, conectar el piloto automático y leer una novela que olvidarás al instante de cerrar el libro. El viejo y el mar da que pensar. Deja poso. Merece la pena dedicarle tiempo y dinero. Al menos eso es lo que pienso.

Un breve resumen

Lo siguiente que transmite la novela, es Esperanza. No rendirse nunca a pesar de las propias fuerzas, las dificultades, la opinión de los demás y diría que hasta a pesar de  los tiburones. La novela narra la historia de un pescador, de un viejo pescador que es capaz de seguir mirando la vida con ánimo, sin desfallecer en su empeño de pescar un gran pez. Tiene una racha de mala suerte, muchos días donde su esfuerzo no obtiene frutos, por mucho que cada vez va un poco más allá. Le abandonan las fuerzas poco a poco, las personas, el ánimo… más no pierde en la esperanza de conseguirlo. Suena bien ¿verdad? ¿Cuántas veces el desánimo hace que abandonemos nuestros sueños? ¿Cuántas veces nos dejamos aconsejar por la opinión de los demás y terminamos viviendo la vida que pensaron otros y no la que queremos, buscando nuestro propósito vital? Porque si la literatura tiene un propósito más allá de contar historias para entretener es el ayudarnos a mirar nuestra propia vida, tocarnos el corazón. Al menos la buena literatura, claro. Vuelvo a la historia del viejo pescador quien ve tras un gran esfuerzo cómo pica un pez, de increíbles dimensiones y nos van contando los esfuerzos en la batalla de la pesca, hasta que consigue el viejo que se rinda y consigue pescarlo. No cabe en la barca, está lejos del puerto, cansado tras unos días de lucha titánica, dormir poco y comer menos. Lo ata a la embarcación, que no debe pasar de ser una barca con una vela, y comienza el camino de regreso. La ley del mar juega en su contra. Cuanto más tarde en llegar al refugio del puerto, más posibilidades tiene de que le ataquen los otros depredadores, alertados por la sangre del gran pez. Así aparecen los grandes tiburones, al principio los intenta repeler, pero, se queda sin herramientas. Está solo en el mar, sin posibilidad de defender la pieza y va viendo que se la van arrancando de las manos. Al final, llega con el esqueleto, una muestra de su victoria que no le da para seguir viviendo, aunque cubre su orgullo de pescador. Lo consiguió aunque no reciba ningun fruto de ello.

Esperanza

A pesar de todo, el viejo mantiene la esperanza casi como un mandamiento, como si rendirse a la adversidad fuera el peor pecado que se puede cometer. Esperanza acompañada de darlo todo, hasta la vida si es preciso. Está anclado en su decisión de encontrar el gran pez que cambiará su suerte, pone todo su empeño y continúa. Es un gran ejemplo para pensar en el valor del tesón, de levantarse siempre por muchas veces que se caiga. La vida no siempre tiene finales felices, sin embargo, que no quede por cada uno de nosotros intentarlo. A veces en compañía, a veces en la más absoluta soledad. Las inclemencias del tiempo no deben detenernos, por mucha tormenta que nos caiga. ¿Vas a dejar de ir a un sitio porque esté lloviendo? ¿Tus planes dependen del tiempo o del dinero? Pues los valoras poco entonces. Así de simple, así de claro. Quizá tengas que dar más de un rodeo, alejarte de tu zona habitual de confort, pero, si tu sueño te motiva de verdad, serás capaz de hacerlo, por muchas voces que tengas en contra. El triunfo lo marcas tú, no la sociedad. ¿Qué quieres hacer con tu vida? ¿Qué quieres que se diga en tu funeral? Hablando de funerales, no deja de ser curioso que el ser humano deja para después de la muerte los mensajes que no dio en vida. ¿No es un poco absurdo? Es como si tuvieramos vergüenza de mostrar humanidad. Lo hacemos cuando el otro ya no puede escuchar. Es para pensarlo. Se reconocen los méritos, el servicio y la valía cuando ya no sirve para nada. Dependiendo de las creencias de cada uno valdrá más o menos, para resucitar o para reencarnarse. No me meteré en ello. Cada uno sabe lo que piensa y lo que cree. Me quedo con la Esperanza, con el ejemplo de no rendirse y seguir pescando, seguir nadando, seguir escribiendo, seguir respirando. Merece la pena.

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