Mi modo de escribir es impresionista. No me gusta perderme en detalles descriptivos. Supongo que viene por mi absoluto aburrimiento al leer novelas hiperrealistas donde se tardan 300 páginas en que un personaje se suicide. No tengo nada en contra de ese tipo de novelas, tienen su público y son loables para quien le gusten; pero personalmente como lectora me ponen de los nervios. Recuerdo que me costó numerosos intentos leerme El Señor de los Anillos porque su inicio con la hierba de la fiesta de Bilbo me parecía simplemente infumable. En mis relatos, en mis escritos yo doy pinceladas, abro opciones y dejo que las emociones de los lectores surjan de forma independiente a lo que me impacta a mi. Si escribiera noticias, por supuesto que sería distinto, seguiría la ortodoxia del género periodístico. Pero mi estilo como escritora va más allá de lo concreto. Por eso me identifico tanto con la palabra Ultreia, porque me gusta mirar siempre más allá de lo que veo. Y expresarlo con pinceladas, casi de puntillas. Intento provocar emociones; pero cada uno es como es y eso implica la libertad de sentir lo que quiera. Más que un trabajo, escribir es una forma de ser, de entender la vida. Es ver una persona por la calle sonriendo y pensar qué es lo que le hará sonreir. Es ver un pueblo abandonado y pensar en las vidas de las personas que lo habitaron, que lo construyeron y que lo abandonaron. Ser escritor es verlo todo con ojos de escritor, ocupa por completo el día, te hace enfrentarte a la realidad de otra forma.
Escribir de lo que conoces
Sólo cuando te pones ante un teclado, ante el reto de contar una historia, te das cuenta de lo complejo que puede llegar a ser. Apasionantemente complejo. Si piensas en un relato fantástico tienes que crear un personaje, con su propia personalidad, su mundo, su historia, su vida. Normalmente no puedes crear de la nada. Te influye lo que has leído, lo que te rodea y lo que has vivido. No significa que escribas sobre ti mismo, sino que escribes de lo que conoces. Cuando creo personajes no me imagino a mi misma, no escribo sobre mi vida. Utilizo mi vida para poder entenderlos; pero no son mi vida. No tendría sentido, porque mi vida es limitada y la imaginación puede abrir la mente a espacios completamente inexplorados. Una historia es por tanto como explorar una nueva ciudad, un nuevo camino o una isla desierta. Hay elementos que puedes comparar, que te traen recuerdos; pero que son en sí mismos distintos. Si escribes sobre algo histórico, o un sitio real, entonces el proceso de documentación es vital. Si conoces el sitio es como trasladarte alli. Si no lo conoces, tienes que verlo. Aunque escribas a pinceladas necesitas crear mentalmente tus propias impresiones. Es como comprarte un arco, por muchas fotos que veas, hasta que lo no coges, no lo tienes en la mano y no lo utilizas, no sabes si se adapta a ti o no. Tienes que experimentarlo. No es necesario morirte para escribir de la muerte; pero tienes que tener experiencia de ese vacío, del desgarro del dolor, ser capaz de ponerte en la piel del personaje para escribir sobre lo que se siente. Es como vivir mil vidas, sin salir de la tuya propia y sin perder tu referencia. Sinceramente, es apasionantemente complejo.
Sin perder de vista la realidad
Hace poco leí que escribir era una gran terapia. Sin duda. porque hace que saques fuera lo de dentro. Lo que nos gusta… y lo que no. Todos somos luz y sombra al mismo tiempo. Nadie es tan demonio, ni tan santo. Es lo bueno de la humanidad. Nuestro camino se forma con las decisiones que tomamos, sean acertadas o no. No hay modo de volver atrás. A veces estaría bien poder tener un botón como en los equipos de música de antes que pudiera rebobinar. Digo a veces, porque nuestras decisiones de ayer son las que nos han traído donde estamos y quién sabe si habiendo tomado otras, estaríamos igual, mejor o peor. Lo que vemos como errores pueden ser con el tiempo aciertos. Te equivocas de camino, no haces caso al GPS y descubres un paisaje que te fascina, que te llena muchísimo más que la autopista de todos los días. ¿Puede ocurrir? Sí, de hecho ocurre todos los días. Algo malo puede ser la puerta de algo mucho mejor. Es como las amistades, a veces los que peor te caen en la primera impresión con el tiempo se convierten en tus mejores amigos. Sólo depende de ti y de lo que te arriesgues en las nuevas oportunidades. La literatura está llena de historias donde hacerte amigo de tus errores puede ser lo mejor que le pase a un personaje. La suerte puede cambiar en cualquier momento, sólo hace falta no darse por vencido, estar abierto y confiar en tu camino. Es algo más que los libros de autoayuda. Es la gran lección de la vida, de nuestros sueños. No hay nada tan malo que no se pueda reconducir con esperanza. Si tienes claro dónde te diriges, puedes dar mil rodeos, descubrir mil maneras de intentarlo y de todo aprenderás, llegando finalmente a donde querías. Lo importante es sin perder de vista la realidad, no rendirse. Es algo más que el destino, o tu camino.
Aun con todo en contra, confía y sigue
Estos días están siendo convulsos en la sociedad, con muchos cambios, muchas noticias… al mismo tiempo todo sigue igual, en esencia. Da igual que el color del gobierno, sea tal o cual el presidente o el ministro de turno. No importa que sea fulanito el entrenador o menganito el seleccionador. El resultado no depende uno u otro. Depende del equipo, del conjunto, del grupo. Al tiempo, depende del trabajo de cada uno, de cada futbolista, de cada jugador de baloncesto, de cada albañil, fontanero, arquitecto, periodista o diputado. De cada uno de nosotros. El pais irá hacia adelante si cada uno hace lo que tiene que hacer de la mejor forma posible. Mejorar la sociedad, superar la crispación reinante depende de la decisión de cada uno, de seguir el juego o de seguir los propios ideales en los deberes cotidianos. Quizá no se note en el Mundo; pero en nuestro mundo diario, ya lo creo que se nota. Nos hacemos responsables de nuestra vida, e intentamos, aunque sea a pinceladas lo contrario a lo habitual. Hace poco leí que para una vida feliz, hay que inspirar alegría y exhalar la tristeza. ¿Seguro? Si todos estamos conectados, lo que inspiramos es lo que exhalan otros. Si exhalamos tristeza, otros la inhalaran. Quizá sea el momento de cambiar las palabras, de cambiar las tornas y que nos convirtamos en un catalizador que recibe tristeza y devuelve alegría. ¿Es posible? Bueno, es lo que en el budismo se conoce como práctica de meditación tonglen. Lo que ocurre cuando expiramos tristeza ya lo conocemos, cuando volcamos todo lo malo fuera, es que llenamos lo que nos rodea de malestar. ¿Por qué no probar lo contrario? Quien sabe, a lo mejor nos sorprende el resultado. Aunque sólo sean pinceladas, por probar no se pierde nada.