El sábado 9 fui a ver Jurassic World: el reino caído. Me gustó. No lo tenía claro porque la anterior me pareció más de lo mismo, aunque más grande, con más dientes e intentando dar más miedo. Sin embargo, la propuesta de J.A. Bayona es diferente. Hay escenas que se te clavan en la mente. Algunos hablarían de paralelismos con otras películas como El Orfanato, Un monstruo viene a verme o Lo imposible. Yo no. Porque prefiero quedarme con la historia y con lo que está diciendo. Es algo más que una película de dinosaurios, de especies que luchan entre sí por la supremacía en un planeta que se convulsiona. Al menos es lo que me ha provocado a mi. Es algo más que el reencuentro de una historia de amor, de superación de miedos y de cuentos de hadas que acaban bien o de engaños para conseguir que otros hagan lo que quieran. Intentaré no contar demasiados detalles que puedan desanimar a alguien a ir a verla. Para mí, merece la pena. Pero repito, es mi opinión personal.
Escena del Brachiosaurio
Una de las escenas más impactantes es la del Brachiosaurio que se queda en el muelle de la isla Nublar. El barco de la salvación se va y deja atrás a un majestuoso hervíboro que es engullido por el humo de la catástrofe del volcán. Se termina viendo su silueta resaltada por el rojo de las llamas producidas por la lava. Dejar atrás, cuando te diriges a otro lugar. Me vino a la mente los andenes de los trenes, los ventanales de los aeropuertos y las despedidas. Dejar atrás algo bello y único por seguir tu camino. Pero también recordé esas campañas de veranos pasados como No lo abandones. Él nunca lo haría. La escena es así de emotiva. Los protagonistas están dejando atrás la isla que va a estallar, que va a ser aniquilada por un volcán en erupción, dejando atrás animales que han sido creados por el ser humano. Han ido a salvarlos contrarreloj y sin embargo, no pueden hacerlo con todos. Los «afortunados», entrecomillas porque su futurno no es precisamente afortunado, van camino de sus nuevos hogares y los que no han entrado en el barco, tienen un destino de muerte y destrucción. El lamento del brachiosaurio cuando ve el barco alejarse, cuando se pierde en el humo, viéndolo desde la oscuridad de la bodega del barco es impresionante. Sencillamente, una de las mejores escenas de toda la película. Aun cuando persigues tus sueños, tienes que dejar atrás cosas que quieres, y eso duele. Es difícil ver la escena y no emocionarse. No hay diálogo, sólo contemplas lo que dejas atrás. Ya no ves a los monstruos, sólo el dolor de los seres vivos.
La desgracia de unos es la fortuna de otros
Hay ejemplares afortunados que salen de Nublar. Pero su destino es la codicia de los seres humanos, que no los ven como seres vivos, sino como productos farmaceúticos, armas, caprichos infantiles, trofeos o máquinas de hacer dinero. Dejan una isla con un volcan en erupción, con nubarrones y encuentran la oscuridad de una noche tormentosa, la frialdad de unas celdas donde son puros objetos. Se abandonan los sueños de mejorar las cosas por todo lo contrario, una vida de esclavitud y de exposición, de dolor, de penurias. Los activistas que luchan por salvar las especies, que intentan conseguir que se involucren los gobiernos para crear un refugio a seres únicos, dejan paso a traficantes de vidas, a ricos caprichosos y egoístas, a seres humanos que se creen dioses, propietarios de todo, repetidores de los mismos errores. Porque, tras olvidar el dolor producido por crear un nuevo dinosaurio, el indominus rex, se atreven a hacerlo de nuevo, mezclando especies. Repetir un error es volver a equivocarse, más cuando es fruto de la ambición y de ideas maquiavélicas. Vuelve a ser el científico Henry Wu quien repite experimentos buscando la perfección de las especies que pueden llevar a las destrucción de su propia especie. Los dinosaurios no son vistos como animales, como seres vivos, sino como productos, antojos, máquinas que pueden usarse. Si la escena del Brechiosaurio impacta, sorprende cómo se presentan los sentimientos, si se pueden llamar así, de los animales ante el uso al que son sometidos y cómo se enfrentan a una segunda extinción en pocos días.
Un gran poder conlleva una gran responsabilidad
Poder hacer algo, no implica que se deba hacer. En la actualidad tenemos una tecnología que puede permitir hacer grandes cosas; pero si los científicos no se plantean las consecuencias de sus investigaciones, esas grandes cosas pueden ser destructivas. No se trata de lo bueno o lo malo, simplemente es responsabilidad. Y no atañe sólo a la ciencia, a los científicos que con sus descubrimientos pueden salvar o condenar a millones de personas. También los hombres de letras, creadores de ideologías, pueden mejorar o destruir vidas. El ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor. Se trata de que cada uno de nosotros deje de culpar a los demás, comience a mirarse dentro y por qué no decirlo, culparse o asumir culpas. Todos tenemos en nuestro interior luz y oscuridad. Deepende de nosotros mismos lo que potenciemos y demos al mundo. Es una decisión personal diaria. Ser coherente cambiará toda la vida porque nos hará responsables de lo que sucede a nuestro alrededor. Dejará de ser culpa de otros para dirigir esa culpa hacia tí mismo. Y eso cambia el panorama. Ya no hay algo externo a lo que culpar, llamémoslo Dios, Vida, Naturaleza, Mundo, Sociedad… sino que lo que ocurre es culpa de cada uno de nosotros. Y por ello, para cambiar el mundo debes ser responsable y cambiarte a tí mismo. No mirar a los demás, sino observar tu interior, asumir el sufrimiento y ser consciente de que tal como yo, los demás seres quieren ser felices y estar libres del sufrimiento. No es por miedo a un castigo divino o de la vida, no. Es que a nosotros nos toca esa responsabilidad.
El reino caído
¿Cuál es el reino que cae? ¿El de los dinosaurios o el del ser humano? ¿Qué pasaría si esas dos especies convivieran? La película muestra dos enfrentamientos interesantes cuando el T-Rex ruge a un león en actitud bélica y cuando Owen (el protagonista) se enfrenta a Blue (una velociraptor especial que ha criado desde que salió del huevo) y parece como si los dos recordaran su historia común, lo que han descubierto de los lazos que les unen. Dos enfrentamientos externos, con dos posiciones muy diferenciadas. En uno de los casos, uno se impone al otro, supone la muerte de otro. El otro aparece un sentimiento compasivo común, una amistad aun dentro de toda la fiereza del raptor. Blue acaba buscando su propio camino, dejando abierta la posibilidad de que sea solitario o destructivo para el ser humano. La vida siempre se abre paso, era otra máxima de una película anterior. ¿Qué reino cae? El final deja abierta la posibilidad. Que cada uno piense lo que quiera, puede que se trate en futuras secuelas o simplemente que la lucha continúe en el pensamiento del espectador. Entras en la sala pensando que vas a pasar un rato de acción, emoción y sales con preguntas, planteándote temas. Esa es la finalidad del cine ¿no? Dejar poso, ser algo más que un simple producto de entretenimiento insulso, que se consume y se olvida. Quizá el reino que cae no es el que ven nuestros ojos, sino el que está en nuestra mente. Quizá sea eso lo interesante de esta película.