¿Melancolía?

amantes de TeruelLos mejores planes son los que surgen en el momento, sin haberlos planeado. El sábado, en una de nuestras locuras, cogimos el coche y nos fuimos a Dinópolis. Sí, no todo el mundo se iría a Teruel desde Madrid ida y vuelta en el día. Pero nosotros sí, y de hecho lo hacemos a menudo. Estaba cerrado. Había leído mal, fue responsabilidad mía, y bueno, en vez de entristecernos, buscamos planes alternativos. Ante un hecho de la vida, puedes reaccionar, la mayoría de las veces dejándote vencer, o bien puedes actuar, tomar decisiones. Ya que estábamos en Teruel, decidimos hacer turismo. Y lo que podía ser un fracaso de día se convirtió en una nueva oportunidad de explorar y descubrir juntos. Algunos lo llamarían flexibilidad. A mi me gusta más pensar que es capacidad de sorprenderse. Al mal tiempo buena cara, como diría el refrán.

Aprovecha las oportunidades

Estábamos en Teruel a las 15:30 de un sábado, sin tener claro qué se podía hacer, con un tiempo tirando a soleado pero fresco. Todo abría a partir de las 16:00. ¿Qué hacer? Aprovechar, un café y dejar que el tiempo pasara haciendo fotos. ¿Qué es media hora? Puede hacerse eterna o puede pasar volando, depende de tu actitud, una vez más. Y eso que, en sí mismo, 30 minutos siempre son 30 minutos, el tiempo es independiente de nuestro control o de nuestra perspectiva. No tenía muy claro que con niño de 6 años fuera buena idea ir al mausoleo de los famosos amantes de Teruel; pero era el día de las sorpresas. Le encantó ver por la celosía las momias, y aguantó como un campeón el audiovisual de la entrada. Crece demasiado deprisa, otra vez la relatividad del paso del tiempo. Lo que no aprovechas en el momento concreto que ocurre, quizá no puedas volver a vivirlo. No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, como diría el refrán, aunque me repita.

La mirada de un peque ante la realidad

¿Cómo explicar la historia de un amor trágico a un niño? No lo intentamos, simplemente dejamos que fuera descubriendo libre de visitas guiadas lo que veía. Le llamó la atención las momias, le gustó el claustro y ver la realidad desde sus ojos. A veces los adultos perdemos esa inocencia; pero no hay nada como tener a un peque cerca para conectar con nuestro peque interior. Creo que el mundo nos iría mejor si recuperáramos esa frescura y sencillez de mirada. Nos gusta complicarnos, buscar respuestas complejas. Pensamos que les enseñamos, sin embargo, si somos sinceros, ellos nos enseñan mucho más con sus ideas, con sus conclusiones, con su forma de mirar.

¿A qué viene el título?

Nos gusta complicarnos la vida. Lo que tendría una solución sencilla muchas veces lo complicamos. Una historia de amor, puede tener consecuencias trágicas por la memoria, por no saber cerrar ciclos. Adelantamos acontecimientos, o nos varamos como los barcos en el pasado, en lo que pudo ser. Pienso en la historia de los amantes de Teruel, trágica por no haber creído en los finales felices, en que el joven volvería a tiempo, en que los planes saldrían bien. ¿Nos gusta estar tristes? A veces lo parece, nos quedamos en la melancolía, en lo que más de uno ha definido como la felicidad en la tristeza permanente. Es como si viviéramos en un constante querer y no poder. ¿Si tienes sed actúas o te quedas en la sed? Normalmente, te acercas a una fuente, o a un grifo si estás en casa, bebes y sigues sin detenerte. Bien, con las cosas del corazón no actuamos así. No pasamos página. Nos quedamos constantemente en la duda, en la interrogación, en el condicional. Es curioso porque la mayoría de los escritores reconocen que escriben mejor cuanto peor van las cosas en su vida. ¡Cuántas novelas han salido de un desengaño, de un desamor! Nos fijamos en la tristeza, en las derrotas. Usamos paradigmas donde los héroes buscan rescatar a las princesas atravesando un sin fin de calamidades. Porque parece que sin tantas penurias, sin tantos esfuerzos, no merece la pena el premio. Es sorprendente. Repetimos desde nuestro nacimiento el hecho de ser supervivientes en el dolor. Buscamos la felicidad; pero quizá estamos tan acostumbrados a la tristeza que terminamos siendo felices siendo tristes. ¿Contradicción? No sé, nos hemos acostumbrado a lo trágico, a las lágrimas. Hasta la pasión la asociamos a dolor, el amar al inicio de amargura.

¿Somos melancólicos?

Creo que una parte de nosotros cree que no merecemos las cosas buenas y nos provocamos, conscientes o no, que la vida sea dura. No me refiero a que nos lo den todo hecho, o que nos crucemos de brazos. Desconfiamos. Si alguien sonríe buscamos una doble intención, pensamos mal… ¿Tiene sentido? No. Pero nos sale. Quizá movidos por la prisa o por no ser capaces de mirar a los otros como son, no como nos gustaría que fueran. Y metidos en esa vorágine, pensamos que sufrir nos enseña a vivir. La vida no se enseña, ni se planifica, la vida se vive. Cada uno decide y es responsable de los minutos de su vida. Y como decía al principio, puedes dejarte llevar por los acontecimientos, capear el temporal, o tomar las riendas, decidir y ver lo positivo de cada momento. Una misma escena, una misma historia, puede tener una repercusión melancólica, triste, dubitativa, o una enseñanza diferente, positiva. La lágrima es la misma, aunque el sentimiento que la genera puede ser alegría o tristeza. Y el hecho en sí mismo, no es bueno ni malo, es una reacción natural del cuerpo para facilitar al ojo, de hecho diría que es un mecanismo natural defensa. Una lágrima aclara la visión o la emborrona.

No tengas miedo

Lo peor no es sentir tristeza, sino no ser capaz de reconocerla. En la vida todo es bueno… y malo al mismo tiempo. Si te acostumbras a algo, si te dejas llevar por la monotonía, si consideras la rutina como una opción, lo que para otros algo bueno, para tí puede ser demoledor. ¿Te gustaría que te golpeasen con una bola de demolición? Salvo que seas adicto a programas al estilo Jackass, creo que no. Salvo que ese golpeo signifique el conseguir algo mejor, nadie, por instinto de supervivencia, se prestaría a semejante locura. Hay que medir riesgos. No se trata de ser ni un temerario ni demasiado precavido. Todo puede convertirse en buena herramienta si está en las manos adecuadas. Pienso en mi guitarra por ejemplo. Si la toca Paco de Lucía, sonaría muchísimo que si la aporreo yo, en mi constante disputa con el Fa. Y sería la misma guitarra. Él le sacaría mucho más partido que yo, porque se ha entrenado para ello y tiene un don mejor que mi torpeza. Sin embargo, es posible que en otros campos, sea mejor que el maestro. Cada uno de nosotros es único, un genio en algo. Sólo hay que encontrarlo, fomentarlo, creer y seguir. Si la melancolía me ayuda a escribir mejor, pues bienvenida sea, en ciertos momentos claro. Que la tristeza permanente no me convence. ¿A vosotros sí? Ya sabéis lo que dice el refrán: Los amantes de Teruel, tonta ella y tonto él. Por algo será.

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