Soy de esa clase de personas que intenta escribir lo mejor posible. Lo reconozco, no me gustan las faltas de ortografía. Me hacen daño a la vista. ¿Seré rara? No sé, no le veo la gracia a cosas como: «havia», «ola k ase», «cojí», «vloque», «Yuvia», » an escuchado»… ¿No os chirría? Con ese tipo de escritura, una no sabe si lo que lee es español o un jeroglífico. Y, aunque parezcan exageraciones, he visto todas esas palabras tal cual las he escrito… incluso en algun panel luminoso de la carretera. Nuestro bello idioma así es irreconocible. Cierto es que hay mil excusas, para quien les valgan claro: «escribo deprisa, ya sabes», «mis dedos son muy grandes para el teclado del smartphone (no diremos marcas)», «el corrector ha puesto otra cosa diferente a lo que he escrito (seguimos sin decir marcas)». La verdad, flaco favor le hacemos a las personas que nos leen, como familia o amigos, cuando nos dejamos llevar por el todo vale imperante en nuestra sociedad. ¿Es tan importante la ortografía? Sí, porque lo bien hecho, bien parece y al saltárnosla estamos empobreciendo a los que nos leen. ¿Empobreciendo? Sí, porque al final nos acostumbramos a las palabras de siempre, a escribir mal, no distinguimos lo correcto de lo erróneo y terminamos perdiendo parte de nuestra riqueza cultural.
Dime como escribes…
He visto más de una encuesta en la que se afirma como conclusión que cada vez leemos menos. Algo extraño si pensamos que en nuestro país hay mucha gente que vive del cuento. Dejando aparte la gamberrada, o el hachazo según se mire, si no leemos, perdemos léxico. Y si lo que leemos está mal escrito, pues apaga y vamonos. En lo que se refiere a escribir, se trata de ir haciéndolo bien poco a poco. No, como antaño, porque nos pudieran suspender un examen. Aun recuerdo la insistencia de un profesor de economía con su inflación. Ahora estamos más acostumbrados con el constante bombardeo de los telediarios, quizá por la crisis, quizá por la extraña manía de darle a la economía un papel predominante en nuestro mundo. No digo que no sea importante, más también hay otras cosas en esta vida. Cuando te alimentas de cosas que están mal, acabas enfermo. Pues con la mente, con el estado de ánimo ocurre lo mismo. No se trata de no ver la realidad, sino de observar que también hay motivos para sonreir, para enfrentarse con ganas a los problemas cotidianos. Se puede. Es posible. Sólo hace falta un cambio de actitud. No verlo como algo pesado, sino algo que supone un reto, que merece la pena. Como escribir bien. Si cuidamos los detalles pequeños, los grandes serán mucho mejores.
¿Podemos? Hagámoslo
No tengo muy claro si es bueno o no, corregir a alguien por muy cercano que sea cuando comete una falta. Pero ante la duda, si hay confianza, prefiero hacerlo. Porque quizá la próxima vez no la cometa o recuerde mis palabras. No se trata de ser vigilante constante, ni de pensar que estoy por encima. Al contrario, se trata de ayudarnos entre todos a expresarnos mejor. Todos podemos tener dudas. No pasa nada. No es ser ignorante sino mejorar y tener ganas. Superarse. Si podemos hacerlo bien, ¿por qué conformarse con hacerlo de cualquier forma, con hacerlo mal? Es doble trabajo, porque se hace dos veces. Y si nuestra apariencia es parte de nuestra identidad, apariencia también es lo que transmitimos con nuestros actos o acciones a las demás personas. Nuestra forma de escribir, nuestro estilo, también es una forma de presentarnos al mundo. Más de uno se llevaría un susto si nos viera recién levantados. Pensémoslo. Cuando nos despreocupamos de la ortografía nos mostramos a los demás como recién levantados. ¿Asusta? Pues pongamos remedio.